# DIECINUEVE.

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– Se levanta el caso, el demandado se declara inocente. —Mi cliente suspiro aliviado.

Me dirigió una mirada de gratitud, asentí y comencé a recoger mis cosas.

Mi contrincante se me acercó, cauteloso.— Aunque yo ya sabía sus intenciones.

– Excelente Srta Bell, me alegra haber perdido contra usted.— Al terminar de guardar mis cosas en el portafolio, gire mi cabeza.

La sala estaba desierta, sólo quedábamos él y yo.

– Abogado Smith. — Sonreí fingidamente. – No fue nada vencerlo, con permiso.

Caminé con paso firme hasta la salida del tribunal.

Todos hablaban de la prepotente abogada, la mejor de Chicago. — Si, esa era yo.

Sabía que tenían razón, siempre he sido ególatra. Porque sé que soy la mejor, este es mi territorio. — Conduje hasta un restaurante en el centro de la ciudad.

Me encontraría con Nick, y después saldríamos a ver una película.

Hace una semana que no miro, hablo ni nada de nada, con Vahamonde.— Ni con las luciérnagas.

Por consecuente mi humor ha sido muy irritante. —No debí encariñarme con ellos.

Con él. —Se que no soy capaz de permanecer en algo estable, de comprometerme románticamente con nadie porque huyo.

Estacioné el auto, y me adentré en el restaurante. Nick me miró con una genuina sonrisa. Como siempre — Correspondí y me senté frente a él.

Beso mi mejilla, rozando la comisura de mis labios. — lo miré gélida.

– ¿Destruiste a Smith, cierto? —preguntó con sorna.

– Tal y como me encomendaste. —me relajé y lo miré divertida.

– Esa es mi nena. —Me guiño y ambos reímos. – ¿Has hablado con tu abuela?

Fruncí el ceño, negué con la cabeza y bajé la mirada.

– Habló conmigo, hace unos días. Preguntó preocupaba por ti. — alcé la mirada, de pronto sentí mi sangre fría.

– Ella nunca se preocuparía por mí. No digas tonterías, muero de hambre. —Cambié de tema, dirigí mi mirada al menú. Sintiendo la mirada de Nick perforarme. – No me mires así, tú no sabes...

Me callé de repente, estaba desquitando mi humor con él— Él único que a pesar de todo, siempre ha estado conmigo y que sabe todo de mi, porque lo sabía todo.

Lo miré arrepentida, él solo me miró con comprensión. —Ordenamos la comida y charlamos amenamente.

Al salir a caminar, porque sí. Nick era un deportista, me obligó a caminar hasta el cine. —Y caminar hasta allí en tacón, no se lo deseo ni al estúpido de mi ex.

Sudada y con la respiración agitada, entramos a ver una película de drama. —Decliné totalmente a una de romance. Ugh.

Nos sentamos en las filas de hasta arriba, y al apagarse las luces, la función comenzó.

Cuando quieres algo, lo anhelas. Pero sabes que tarde o temprano tú lo lastimarás y terminarás arruinándolo. ¿Qué haces?

Huyes, era total lo que yo siempre hacía. Era algo que me salía de maravilla.

Algo en mi había cambiado, y estaba aterrada. Me había encariñado de más con los Vahamonde, había cometido un error.

Y sabía que era jodidamente difícil enmendarlo. —En realidad no era posible.

(***)

Nick me sostenía fuerte de la cintura, besaba mi cuello. El ascensor nos interrumpió indicando que ya habíamos llegado a mi piso. — Me siguió por detrás, desabrochado mi falda entubada.

Riéndonos nos dirigimos hacia mi departamento, mientras yo buscaba la llave, él besaba mi espalda, bajando el blazer que me abrigaba. —Nuestro acto se vio interrumpido una vez más.

Vahamonde estaba parado frente a nosotros, mirándome profundamente. —No había descripción para su mirada.

Sólo sabía que había cometido un error. —Había perdido el caso ante el juzgado de su dolorida mirada.











Alexandra Cuevas.

MI JEFE ES UN PERFECTO Imbécil.|COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora