#DOCE.

20.8K 1.1K 9
                                    

P.O.V Killian 2 años antes.

– Darice, ¿Estas molesta conmigo? — Me agaché a su altura, mi hija tenía sus ojos rojos e hinchados.

Sabía que no me hablaría, era tan orgullosa como yo.

Le di un beso en su frente y salí de la habitación.

Afuera me encontré con Casey, abrazaba un conejo morado. Me miraba atenta y curiosa. — Le sonreí a mi hija menor y la cargué en mis brazos.

Nos dirigimos a su habitación y la acomode en su cama.

– Papi, ¿Mami no me arropara más, verdad? — Dijo ella acobijándose con la frazada, sus ojos ya no brillaban como lo hacían días anteriores.

¿Cómo iba decirle que su madre ya no les leería más, que nos había dejado y siquiera sabía que era lo que había hecho mal?

Me dolía el sufrimiento que ellas estaban pasando, y el que nos esperaba.

Mis ojos se aguaron y la acorruque en mis brazos, lo que menos quería era que mis hijas conocieran el dolor.

Y era lo que ella estaba provocando.

Destruyendo nuestra familia, destruyendo a nuestras hijas.

Cuando Casey estaba dormida ya, salí de su habitación y me dirigí​ hacia la cocina.

Tomé una taza de café y me senté en el comedor.

Odiaba a la mujer que hace unas semanas amaba.

Me traicionó con mi supuesto mejor amigo gay que había sido como mi hermano por más de diez años, nunca lo esperé. Para mi ella era la única mujer del mundo.

Apreté mi quijada y apreté el puño de mi mano, estaba decepcionado. Devastado.

Ya tenía casi años, bajo la misma rutina desgastante y problemática.

No podía evitar mi mal humor con las personas, y más con los que se metían conmigo y querían imponer reglas en mí. No soportaba a la humanidad.

Pero, ya no podía meterme más en problemas legales, o arruinaría mi empresa y podría perder a mis hijas lo único que tenía valioso en mi vida.

Así que decidí contratar al mejor abogado de Chicago, no importaba el precio. Solo quería que alguien me respaldara.

Mi carácter ya no podía ser retractado.

Hoy conocería a la famosa abogada, lo había citado en una cafetería y ya estaba retrasado por veinte minutos. La llamada había resultado rara.

Me dirigí hacia el baño y en mi camino tropecé con un cuerpo.

– Menudo imbécil, fíjate por donde caminas. ¿No ves que voy retrasada con un cliente que me pagará muy bien?. Pero claro que no ves, por eso chocaste conmigo. — Hablaba sin parar ella.

Levanté mi cabeza y me encontré con un rostro genuinamente encantador.

Era precisamente perfecta.

– Ahora sal de mi camino. — Dijo detenidamente, pasando por mi lado.

Pestañee un poco sorprendido, nadie nunca me había insultado tanto en mi vida.

Seguí mi camino hacia el sanitario, al salir volví a mi mesa. Pero había una cabellera rubia sentada allí.

– Disculpa, el lugar está ocupado. Estoy esperando a alguien.— Dije lo más cortante que podía.

Ella frunció el ceño, y luego hizo una expresión de sorpresa.

– ¿Killian Vahmonde?— Preguntó incrédula. Asentí. – Soy su abogada personal.

Levanté mis cejas incrédulo, ella creo siquiera se había fijado en mi tras haber chocado.

No sabía si sería interesante o abrumador.

Pero presentía que ella lo cambiaría todo.

– Mi nombre es Lara Bell, y lo sacaré de los líos que tenga. — Dijo sonriendo.

Y solo su sonrisa removió algo que creía muerto.

Sería un grano en el trasero. O la que reconstruyera mi roto corazón. — Estupideces.

Solo sería una empleada más. — O eso quería creer.








Alexandra Cuevas.


MI JEFE ES UN PERFECTO Imbécil.|COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora