#QUINCE.

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– Lara, ¿Eres novia de mi papi? — Preguntó de repente Casey.

Me atraganté con el helado de doble chocolate que estaba degustando, provocando que está me mirase divertida.

– Tomaré eso como, lo estamos intentando. — Termino y salió corriendo hacia los juegos mecánicos.

Miré a Darice y a mi jefe, que miraban la escena divertidos.

Darice se encogió de hombros y siguió a su hermana con una ilusión en sus ojos que no pasó desapercibida por mi.

– Nos daría gusto si tu respuesta fuese afirmativa. — Dijo esta antes de marcharse también.

Miré a mi jefe, quien solo comía tranquilo su nieve, al querer tener una cita. Propuse que también viniesen las luciérnagas.

Ahora me parece una mala idea, aunque las ame.

Solo quería decirle que estaba tomando en cuenta una oferta de trabajo, pero él es muy temperamental y no sé, siento miedo a su reacción.

Solté un sonoro suspiro, me levanté de la banca y me dirigí hacia los juegos de igual manera.

(***)

Estaba agotada de tantos juegos a los que me había subido, así que aterricé sobre el césped. — Que para mi suerte estaba recién regado.

Maldecí entre mormullos, pero me quedé sobre el.

Tenía que pensar claramente las palabras que usaría, no podía ser directa.— Aunque quería serlo.

Vamos Lara, toma toda tu dignidad y hazlo.

Me levanté del césped, con mi ropa húmeda, acomodé mi cabello como una diva y caminé hacia mi jefe.

Me detuve a su lado, mirando a sus hijas. Tenía los ojos brillantes, sabía que las amaba con locura.

Yo amaba ver como eran una familia, cosa de la que yo carecía.

Solté un pequeño suspiro, ¿Qué estaba haciendo?

– Killian, tengo que decirte algo.— Tenía un poco de nervios.— Más bien tenía a un tornado en mi interior.

Él solo me miro de reojo y sonrió un poco.

– Lara, estoy de acuerdo en que aceptes esa oferta de empleo, aunque no te pagarán lo que yo. Eso es lo que a ti te gusta.— Soltó con tranquilidad, cosa que yo no sentía.– No prometo no meterme en problemas, porque esa sería mi excusa para poder verte.— Sentí una corriente fría golpearme.

Lo miraba atónita, ¿Este acaso era un espía o qué?

– No Lara, no soy un espía. Solo que sueles pensar en voz alta muy seguido. — Comenzó a reír.

Inevitable no reír con él, enserio. Sentí que podía relajarme y eso hice soltando el aire que había retenido.

– Gracias Sr Vahmonde, fue un gusto ser su abogada. — Extendí mi mano.

Él me miro sonriente.

Tomó mi mano.

– Gracias a usted Srta Bell, por cambiar y mejorar mi vida. — Me jaló hacia él, y besó delicadamente mis labios.

¿Acaso me gustaba mi maldito jefe?

Bueno, técnicamente ya no era mi jefe ni tampoco tan imbécil...

Pero ese no era el punto.— ¿Qué era lo que sentía exactamente por él?









Alexandra Cuevas.

MI JEFE ES UN PERFECTO Imbécil.|COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora