#VEINTISIETE.

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«Capítulo especial. KV»

– Deberías dejar de meterte en tantos líos, no es sano que tus hijas vean a su padre todo golpeado y a los reporteros detrás suyo.

– Lo se Matilde— está presionó más la bolsa de hielo sobre mi frente, haciéndome gruñir.

– Hablo enserio Killian, el hecho de que ella te haya dejado no significa que tú dejarás a tus hijas...— No la dejé terminar cuando me levante de la silla alejándome de ella.

Y quizá de la cruda realidad.

Suspiré tratando de controlar mi furia y mi nostalgia.

– Me iré a dormir, descansa Matilde.

Ella soltó un pequeño suspiro, pero comprendió cuan doloroso era todo esto para mí.

A pesar de que ya había pasado medio año, aún seguía doliendo como el primer instante el que la vi con mi mejor amigo.

En la cama que compartíamos, en aquella que le demostré que era suyo, que ella era mía.

Cuan equivocado estaba, todo respecto a ella era erróneo.

Teníamos dos pequeñas hijas demonios, ella las había abandonado por mi mejor amigo.

Debía estar enfermo si aún pre-valencia un sentimiento de amor hacia ella, seguramente lo estaba. Porque podría apostar que sí ella volvía esta noche con sus maletas yo la aceptaría con los brazos abiertos.

Subí los escalones de uno en uno, tratando de olvidar mis absurdos pensamientos con cada paso que avanzaba.

Me relajé cuando vi a mis pequeñas hijas durmiendo, yo jamás las dejaría. Ellas eran mi única felicidad, ahora las únicas que podían hacerme sentir suficiente.

Darice abrazaba a Casey, protegiéndola. Y cielos que sabía cómo debían sentirse.

Su madre las había dejado cuando más la necesitaban. Yo la mayor parte del tiempo estaba trabajando o metiéndome en peleas ilegales.

Sabía que no era bueno, pero yo no sabía cómo lidiar con el dolor. Había perdido el amor de mi vida, mis hijas habían perdido a su madre.

¿Cómo podría sobrellevarlo?


– Sr Vahamonde, hay periodistas por todo el edificio. Y hay dos abogados esperando por la orden del juez.

Tan temprano y ya estaba en líos de nuevo, en mi defensa todos me provocaban.

– Sr, si me permite yo le recomendaría que buscase un abogado...— me giré hacia ella con una mirada fulminante.

– Gracias por la información, ahora puede salir de mi oficina. — Ella se encogió en su lugar y salió de mi despacho a toda prisa.

Llevé mis manos a mis mejillas y rascando mi barba crecida, sabía de antemano que mi aspecto era todo menos profesional.

Al igual que sabía que lo que mi secretaria decía era verdad, debía conseguir un abogado.

El mejor abogado de la ciudad, de ser posible del mundo.

Después de varias llamadas y de varias citas, nadie quería llevar mis casos. Ni por la extensa suma que proponía, no lo entendía tampoco era para tanto.

Entonces me llegó una llamada de un bufete de abogados muy prestigioso, y claro algo caro.

– Escuche señor Vahamonde, he hablado con todos mis abogados y ninguno ha querido hacerse cargo de sus múltiples casos...— escuchaba desinteresadamente las razones por las cuales nadie quería hacerse cargo.

MI JEFE ES UN PERFECTO Imbécil.|COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora