«-¿Qué pasa?
-Nada, solamente tuve un mal día.
-Está bien, días malos siempre habrá.
-¿Es normal que vengan muy seguido?
-Sí, a veces no son sólo días, pueden ser semanas o incluso meses.
Pero no son tan malos después de todo, siempre hay una pequeña cosa que los
alegra, aunque eso ya depende de ti.
-Creo que ya tengo algo que los hace menos malos.
-Bien, ahora asegúrate de que no se vaya.
-No dejaré que lo haga.»
Era ella, y no pude decírselo. Quería decirle que es ella quien hace mis días menos malos, que les da sentido; que es ella quien me hace sonreír a cada minuto, que mejora lo peor de mí. Moría por hacerle saber que ella le da color a todos mis asquerosos días grises, y que ya ni siquiera hay días grises sino todo lo contrario desde que llegó. Moría por decirle que la quería, que la quería de todos los modos posibles; que le quería con la mente, con el corazón, que la quería a mi lado, conmigo, que la quería junto a mí hasta que muriese.
