(LO QUE DARÍA)
Por estar contigo, mujer,
no tienes idea de lo yo daría.
¡Ay, mujer!
Si por estar contigo daría yo la vida mía.
Daría yo todas mis mañanas,
mis amaneceres,
por despertar contigo;
todas mis noches,
mis insomnios,
por verte dormir
y ser de tus sueños testigo.
Daría mis tardes de ocio
por atardeceres llenos de ti.
Y mi pésimo sentido del humor
por tu divina sonrisa,
por verte siempre sonreír.
Daría mi sarcasmo, mi ironía,
por escuchar tus historias llenas de elocuencia.
Dejaría todo lo que sé,
lo que he aprendido,
por aprender de ti y volverte mi ciencia.
Daría todos mis poemas,
cada una de mis letras,
por perderme en el calor de tu cuerpo,
por poder escribir en tu piel
y leer tus lunares de cerca.
Daría todos mis sueños
por madrugadas contigo,
viendo las estrellas
en la inmensidad de la noche.
Y ahí dejaría de lado mi anarquismo,
mi arrogancia y mi soberbia,
para entregarme a ti
sin reclamos, sin reproches.
Daría todo mi café
por beber de ese que hay en tus ojos;
y toda mi música por el latir de tu corazón,
por escuchar tus «me encantas»
mientras yo, amor mío, sólo me sonrojo.
Daría incluso mi tranquilidad,
la serenidad de la vida,
por pasar las tardes discutiendo contigo:
Por poder plantearte cincuenta mil teorías
de por qué eres la mujer más hermosa
que en la vida he conocido.
Y ya ves, mujer,
esto es tan sólo un poco
de lo que por ti yo daría:
¡Ay, mujer!
Que yo iría a dondequiera que te lleve el destino
por pasar contigo el resto de mis días.