Confieso -y no miento- que me siento patéticamente nervioso -y enamorado- cuando ella pasa a mi lado -o cerca-, del mismo modo en que lo hacía cuando acababa de conocerla. Sonrío estúpidamente cada que la veo caminando por los mismos pasillos de siempre. Y me lleno de nostalgia al ver que ya no es conmigo, que no soy yo el que la acompaña, tomando su mano, entre toda la gente. Me duele saber que ya no caminamos juntos, y que ya no volverá a pasar.