La veo cada maldito día
de lunes a viernes
en este monótono manicomio
-el mismo lugar de basura
en el que la conocí-.
La veo saltar a través de las redes,
como queriendo volar,
como alejándose cada vez un poco más de mí.
La veo caminando por todos lados
como en pasarela;
con sus largas piernas,
y esa sonrisa
que se vuelve casi imperceptible
cuando nota que voy pasando a su lado.
La veo cada día,
a cada momento,
incluso cuando no está.
Su recuerdo me sigue,
me enloquece, me atormenta
mientras me mantiene enamorado.
Mis pensamientos perecen
al recordar el amor,
al recordame con ella.
Pero si ya no está, no existe,
eso me dicen todos,
la tengo que olvidar,
debo dejarla ir.
Ella no me está matando,
yo me aferro a su recuero
y me mato mí.
Ella ya no existe,
ni su amor,
ni sus besos,
ni sus promesas.
Pero yo sé que es real
porque la veo cada maldito día
de lunes a viernes
en este monótono manicomio.
La veo saltar a través de las redes,
como volando,
como acercándose cada vez un poco más a mí...
y así, hasta que vuelvo a despertar,
y no la vuelvo a ver
hasta la siguiente noche
en mi cabeza.