-Capítulo 18-

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- Deberías darte un respiro- era lo único que le repetía su padre desde la silla a un costado de ella. Ese jueves a la mañana se levantó antes de las 8 y llegó con gran entusiasmo al despacho de Jesús para desahogarse de lo que la hundía desde los últimos días: Melo- Has tomado una responsabilidad demasiado grande, es la primera vez que entras en un círculo adolescente y el trato con ellos te confunde, María. Es normal.

- No, no lo es. Tú mismo me dijiste que debía mantener ciertas cosas en el ámbito profesional

- Sí ¿y qué con eso? No me has contado que actuaste de manera contraria... ¿o la has hecho?

- No lo sé, según yo, no- respondió ella llevando su brazo derecho a su frente para tapar la claridad del sol que ingresaba por la gran ventana y viajaba de lleno a sus ojos-Supongamos... supongamos que eres el padre de Melo- Jesús asintió- ¿Me sigues?-

- Sí, María.

- Eres el padre... Cameron, el hombre parece respetuoso y hasta agradable, solo que se preocupó por ella con respecto a lo de la semana pasada, no le des mucha importancia a eso... Bien, tú eres su padre, de repente ella te dice que almorzó con su profesora, que la llevó a casa y que volvieron a repetir el acto día después... ¿Qué le dirías?

- Si solo tengo esa información, ten por seguro que lo primero que haría sería preguntar por ti.

- ¿Y si ella te describiera tal cual soy?

- Sin importar si la misma Teresa de Calcuta es su profesora, solo lo dejaría pasar una vez. Dos sería extraño... Y tres... ¿No crees que sea un abuso, María?

- ¡Ella me invitó!

- Ella tiene 17... todo lo que haga lo va a hacer con esa madurez, o sea la mitad de la que tú tienes. Lo que haga o diga nunca será visto de mala manera... Ahora, lo que haga un adulto con respecto a esas acciones, eso María, eso es lo señalado... Encontrarás gente que diga que la relación es típica, cosa que no es 100% real, y encontrarás quiénes digan todo lo contrario... Y créeme, créeme que allí, en ese grupo, estarán sus padres... María, ni si quería conoces a su madre

- ¡Ay, papá, es mi alumna! ¿Para qué tengo que conocer toda su familia?

- ¿Tiene hermanos?

- No lo sé.

-Imagina que tiene uno... y de tu edad... Entonces ya no solo entran en esa relación tú y yo... su familia también...

- Es qué...- dijo María en un suspiro enterrando más su rostro en su antebrazo- papá, no soy una niña. Conozco mis límites, mis movimientos, las sensaciones de mi cuerpo y los pensamientos de mi mente. Melo puede con todo eso... y más... Me siento vulnerable cuando la tengo en frente y me preocupa cualquier cosa que pueda pasarle... ¿Es normal? No, claro que no lo es.

- Lo es. Yo mismo te conté de Andrew, aquel paciente que no me dejaba dormir por sus vivencias y experiencias en su vida. Aquel que me costó más de 500 terapias y casi seis años en darle el alta. Aquel que fui mi único caso fuera de lo normal ¿Lo recuerdas?

- Papá- se removió ella en el sillón para mirarlo a la cara- ¡Andrew podía ser tu hermano! Tenía tu edad, ambos estaban en ese tiempo con problemas matrimoniales, su hijo acababa de suicidarse y sin contar con que su único amigo era el vodka. No comparemos los casos.

- Me dijiste que con ella tuviste un contacto directo... ¿Cómo te sentiste con ello?

María giró los ojos y se volvió a echar contra el mueble. Estúpida pregunta imprescindible que todo psicólogo hacía.

La Lógica del Amor - MelepeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora