-Capítulo 26-

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Fue ese miércoles que María pisó el McKinley con una sonrisa, transmitiéndosela a Melo y observándola por más tiempo del permitido que supo si volvía a actuar así todo podía terminar más rápido de lo que comenzó. Solo rozó la entrada del baño cuando alguien de un fuerte empujón la ingresó en el interior y la condujo con velocidad al extremo del lavabo: Melo la sujetó firmemente por la cintura y en un segundo la besó con imperiosa necesidad, misma que utilizó ella para apretar la cerámica y no caer de lleno al piso.

- Melo- murmuró intentando controlar la situación sosteniendo a la castaña por el cuello- Melo, aquí...

- Aquí no hay nadie, tranquila- aseguró la castaña volviendo a unir sus labios con desesperación. Solo habían pasado cuarenta y ocho horas desde la última vez que la había visto y sentía como si hubiese sido el doble. Además que ni siquiera había podido besarla aquel lunes por la estúpida interrupción de Charlie-

- No es...no es eso, es...-pero Melo la besaba de manera tan insaciable que no le daba tiempo a respirar ni coordinar una oración. De un momento a otro, la castaña finalmente se alejó y ella sintió una fuerte punzada cuando la vio limpiarse desconsideradamente los labios-

- ¿Qué acabas de...- pero la respuesta llegó por sí sola cuando Melo se cruzó de brazos, se recostó contra la pared y le señaló con los ojos la entrada. Dos chicas con el equipo de animadoras ingresaban hablando animadamente, solo se miraron en el espejo por escasos segundos retocando su peinado y abandonaron el lugar casi en silencio. Su sonrisa volvió a brillar con la pícara sonrisa de Melo mientras se regresaba peligrosamente frente a ella.

Por los siguientes minutos, dejó que los besos de Melo hicieran con ella lo que quisieran. Al fin y al cabo, cuando cruzas la meta, no tienes por qué regresar.

***

- ¿Un 5, señorita Cadepe? Debe estar bromeando- María alzó la cabeza cuando una de sus alumnas estiraba una hoja en su dirección. Suspiró y la recibió solo para escanearla velozmente-

- Es la nota que merecías, Domenech- aseguró devolviendo el trabajo que había retirado apenas inició la clase-

- ¿Y qué demonios hice mal...? ¡Solo debía escribir una historia!

- Misma que cuenta con cientos de errores ortográficos. Y eso era lo que evaluaba. Practica más y no será a mí a quién reclames.

- ¿Sabe usted, acaso, quién es mi padre?- María echó la cabeza atrás cuando sintió el aliento de la chica cruzando su escritorio furiosamente. El tono de voz y los brazos de Aida sobre el mueble impusieron dominio y al parecer ella debía responder con miedo. Sin embargo no lo hizo-

- No, sinceramente no lo sé y mi trabajo no es averiguarlo. Me pagan para enseñarte a ti. Como al resto de tus compañeros. Ahora, la clase terminó y si...- parecía que ese era el día de quedarse con la palabra en la boca. Aida dio media vuelta y, arrojando el examen en la puerta, desapareció de su vista como un torbellino cargado de ira.

- ¿Puedo?- la molestia que se había radicado fugazmente en ella se esfumó al ver a Melo golpeando sigilosamente la puerta. Asintió con nervios mientras fingía leer unos papeles. Apretó los ojos al escuchar la puerta cerrarse- ¿Todo bien con Aida? La vi irse algo rara.

- Reclamaba una nota, nada más... ¿Necesitas algo?

- ¿Puedo reclamar algo también?

- ¿Tu? Aún no te evaluado como corresponde.

- Eres tan linda, María- dijo Melo girando la silla y arrodillándose frente a la profesora- Mis reclamos van más allá de una tonta nota de examen.

La Lógica del Amor - MelepeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora