de pronto confías,
quieres confiar,
te obligas a confiar
pensando que nada malo
va a pasar;
confías en quien dice
que confíes,
te abres
(el pecho)
como si no hubiese
un mañana,
y le enseñas que,
en realidad,
no estás tan vacía,
sino que tienes
un corazón tan grande
que no tiene espacio
para expandirse...
y por eso ya no late,
porque no hay cuerpo
tan grande que aguante
tanto sufrimiento...
y para eso te abres,
para enseñar tu fondo,
tu dolor,
para compartirlo
con quién crees que debes,
con quién crees que
te ayudará hoy,
mañana
y
siempre;
quedas vulnerable,
a corazón abierto,
a pecho descubierto,
sin miedo a que te maten
porque por fin
has llegado
a confiar.y entonces es cuando sucede,
hay un problema,
pero no es que,
es quien;
todo se vuelve negro,
no ves nada
ni a nadie
más allá se tus manos,
de tus pies,
estás tirada en el suelo
con el corazón al descubierto,
con el pecho abierto,
roto en mil pedazos,
porque en verdad
quién entró
no supo hacerlo bien
(quizás por eso
no quiso acabarlo).y ahí te encuentras,
impotente ante todo,
sola,
con un dolor en los sentimientos
más grande que en el pecho,
porque a quién se le ocurre
confiar y darlo todo
cuando lo único que puede dar
son sus penas
(sólo a mi
se me ocurre pensar
que alguien puede estar
en lo malo
y en lo peor
y no dejarme,
sin dejarme
a medio sanar...)

ESTÁS LEYENDO
Lluvia de noches
PoesiaQuizás el error fue quererte demasiado, o intentar quererte, sabiendo que nunca antes, lo habías hecho.