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—Hinata.

El nombre salió en un débil murmullo. El aura que emanaba era tan sofocante que retrocedió unos cuantos pasos, los mismos que Hinata dio para volver a acercarse.

—No esperaba hacer de nuestro encuentro tan pronto –dijo con su característico tono dulce. Tan suave que su estómago se retorció, como si la dulzura fuera el veneno más letal que ha existido.

Y lo odiaba, porque surgía efecto ante su debilitada condición.

—Tampoco lo esperaba –comentó con simpleza, dispuesto a salir de su entorno y desear que esto fuera una de sus tantas pesadillas que hacían de su vulnerabilidad más notable.

Jugaba con él, mejor dicho, con su mente nublada por el cansancio, causado al no dormir correctamente. Ya que durante el transcurso de los días, estas se volvían más recurrentes y traumáticas. A tal punto en el que la desesperación pudo con él y rasgó con sus pocas uñas la piel de sus piernas, para recordarse que aun sentía, que aún respiraba por una razón.

—Sasuke-kun –su sonrisa amenazaba algo por lo que temer. —, una última pregunta antes de que te vayas...

Sus ojos se curvaron ante la sonrisa tan amablemente falsa en su rostro. Y lo reconoció, esos ojos eran los causantes de sus preocupaciones, pertenecientes a la primera de las miles de pesadillas que tan horriblemente experimentó.

—¿Puedo saber... cuál es tu número favorito?

Mentiría si dijera que la pregunta no lo desconcertó. Frunció las cejas, absteniéndose a responder.

—Si me permites, tengo que irme –esquivó su mirada y caminó lo más rápido que sus pies podían.

—Uhm... ¿qué te parece el número ocho? es un número simétrico y si se divide se puede hacer de manera uniforme sin ninguna imperfección.

Ignoró el temblor de sus piernas y se alejó de aquella loca. Su apariencia tampoco era la mejor, su cabello negro estaba desordenado y unas ojeras le daban un toque sombrío a sus ojos perlas, los cuales lucían opacos, casi sin vida. Su rostro, antes adornado por un suave rubor, estaba demacrado y la palidez la hacía lucir enferma. Su voluminoso cuerpo ahora parecía una simple hoja de papel, tan delgado y frágil.

Su respiración demostraba lo cansado que estaba al correr por las calles hasta llegar a la tranquilidad de su hogar. Aún era de día y sus padres rondaban por el hogar, evitó causarles preocupación y con sigilo se dirigió a las escaleras. Abrió lenta y silenciosamente la puerta de su habitación, agradeciendo al pasar desapercibido ante la mirada y oído de su familia. Corrió a refugiarse en la comodidad de sus sábanas. La gruesa cortina obstruía el paso de luz y, en la oscuridad y frialdad del lugar, la barrera comenzó a desmoronarse, siendo destruida por un mar de sentimientos. Y entre el llanto y emociones fuertes, quedó dormido.

De pronto, sintió una calidez reconfortar su oscura aura, era la primera vez que en medio de colores oscuros y deprimentes, veía un color alegre, que se expandía y volvía lo triste algo lleno de felicidad. Como una pequeña mota explotando en el aire, atrayendo consigo los mejores sentimientos.

Ese día, ningún sueño dio acto de presencia, disfrutó la inconsciencia como hace días no lo hacía. Mientras dormía intentó moverse a lo ancho de su cama. Pero un brazo, específicamente posado en su cintura, le prohibió moverse con libertad y rodar por donde quisiera.

—Buenas noches amor –le dedicó una brillante sonrisa que hizo de sus comisuras elevarse en una misma sonrisa. Con delicadeza, Naruto posó sus labios sobre su frente para después repartir un montón de besos por todo su rostro. Finalmente llegó a sus labios, donde saboreo y disfrutó del contacto y sentimiento que embargaba tan demostrativo acto.

—Naruto... –el susurro quebradizo que salió de sus labios hizo que el corazón de Naruto se encogiera en su lugar y dejó que sus impulsos se ocuparan de sus actos. Aferrando el cuerpo de Sasuke contra su pecho.

Acarició la espalda del pelinegro sin saber que decir, las palabras estaban atascadas en su garganta y prefirió que Sasuke se desahogue sin presión, dejando que tome el tiempo que necesite.

—No pude resistir –el sollozo fue amortiguado por las prendas del rubio. —. Lo siento, Naruto.

Descubrió sus piernas y los ojos de Naruto se detuvieron en los arañazos de sus piernas, algunos ya cicatrizados y algunos recientes. Pero el dolor seguía ahí, en los oscuros ojos de Sasuke, siendo liberado en forma de gruesas lágrimas.

—Tranquilo –besó su sien y dirigió las caricias a su cabello. —. Derrumbate las veces necesarias para superarte, y vuélvete a levantar, ya verás que una vez que lo dejas atrás, no volverás a caer en ello.

Abrazó a Naruto como un koala e inhaló el fuerte pero delicioso aroma que emanaba. Su presencia era tranquilizadora y alegre. Muy diferente a la que sintió ante la oji-perla. Haciéndole sentir débil y asfixiado.

—Gracias, por ayudarme –sus ojos, esta vez brillosos por la felicidad, ayudaron a que el corazón de Naruto comenzara a latir con emoción ferviente.

—Gracias a ti, por dejar que te amé tanto –añadió con una risilla.

Lo golpeó con un suave golpe –que para Naruto no lo fue tanto–.

—De tanto golpe que me das se me va a caer el brazo –se quejó restregando su cara de dolor contra el hombro de Sasuke.

—Calla y duerme, bobo.

Ambos durmieron esta vez con comodidad y un agradable sentimiento alrededor de ellos.

Por fin con la paz que tanto anhelaban.


Una Oportunidad ❄ NaruSasuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora