Las memorias de Chase: Capitulo 5

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DIVEC


 En lo más alto de las cordilleras nevadas que separaban al extraño y exótico mundo de las inhóspitas tierras oscuras del oeste, se encontraba un angosto sendero que se perdía entre las montañas. Aquel era el único medio de acceso hacia ambos territorios, pero el gran problema que tenía aquel sendero era que las constantes tormentas de nieve dificultaban gravemente el desplazo por este, los únicos viajeros que podían soportar aquel frio extremo era la especie hombre oso polar, grandes y robustos animales que caminaban en dos patas y vestían con gruesos trajes de nieve, gracias a eso y a su cálido pelaje podían caminar a través de la tormenta, aunque la fuerte brisa y los negros nubarrones les dificultaban el paso. Esta raza provenía de las gélidas tierras del mundo oscuro, en donde no existía el día ni la noche, solo un cielo negro, triste y tenebroso. Solo la luz proveniente de las montañas iluminaba el tétrico mundo que consistía de un enorme mar de hielo y un extenso bosque repleto de árboles negros y pelados con formaciones extrañas. Algunos osos buscaban emigrar a terrenos más vivos, pero para eso debían cruzar primero por el sendero de las montañas.

En medio del camino se hallaba un pequeño edificio construido con tablas de maderas viejas pero resistentes, aquello era una posada en donde los viajeros podían descansar y refugiarse del frio. La nieve cubría todos los techos al igual que los marcos de las ventanas. El humo que salía de la chimenea servía como una ligera fuente de calor que podía sentirse por las cercanías del lugar, indicándoles a los viajeros que la posada estaba a pocos pasos.

Dentro se hallaban varias mesas replegadas por lo extenso del lugar con algunos viajeros sentados conversando y bebiéndose un vaso de melco (cerveza combinado con miel de maple) atrás estaba la barra de licores con el cantinero puliendo un vaso de vidrio. El fuego de la chimenea era lo único que alumbraba la sala, pero sus cálidas brasas eran suficientes para mantener calientes a los visitantes, y eso era lo que importaba.

La puerta de la entrada se abrió de manera abrupta dejando entrar la fuerte y congelada brisa, los viajeros se cubrían la cara con los brazos y las decoraciones puestas en los estantes caían al suelo. El visitante entró rápidamente y cerró la puerta con fuerza, este vestía con un gran traje de nieve echo con lana gruesa, alrededor de su cuello llevaba una larga bufanda roja del mismo material y en la cara traía puesto lentes de nieve oscuros. El visitante se detuvo en la fogata para calentar sus manos y luego se sentó en un banco junto a la barra, se quitó los lentes, y la bufanda que le cubría el rostro la bajó a la altura de su mentón, finalmente pudo suspirar de alivio.

--¿Qué le sirvo visitante?—dijo el oso cantinero

--Un vaso de melco...oh, y raíz de savia para mascar—respondió acomodándose en el asiento.

--Las cosas están duras allá afuera—comentó el cantinero vertiendo una botella de melco en un vaso de aluminio.

--Ni que lo digas, la tormenta siempre ha sido fuerte pero ahora es como si buscara provocar la destrucción, será difícil para los viajeros llegar al otro lado del territorio—

--¿Y usted, busca emigrar también?—

El oso agarró el vaso y lo acercó a sus peludos labios, se bebió el melco de un solo trago y dejó caer el vaso en la mesa haciendo un ruido fuerte, luego respondió:

--No, yo soy un rescatista, me encargo de socorrer a los viajeros que se desvían del camino. Últimamente el trabajo ha sido muy agobiante, por culpa de la brisa muchos han perdido la orientación y se han salido del sendero, en el transcurso del mes solo he logrado rescatar a unos tres viajeros, el resto a muerto congelado o asesinado por los demonios blancos...la tormenta se vuelve cada vez más anormal—

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