Capítulo 37.

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Pov. Noah

—Me podéis llamar Smith. Creo que conocéis a mi hijo, Peter.—dice el hombre, antes de dar paso al dichoso pelirrojo.

—Sí, así es.—le contesto apretando los puños.

—Yo también me alegro de verte princesa.—dice con una sonrisa de medio lado adornando su muy pegable cara.

—Y, ¿A venido a hablar con mi... padre?—dice Sam sin mirarme a la cara.
Así es, Sam también había mentido, si ya era poco que mi madre me ocultara esa información, resulta que Sam en realidad era hijo y no sobrino de Jef.

—Sí, tenemos... unos "asuntillos" que negociar.—dice con una sonrisa.

—De acuerdo, pues acompañame, mi padre se encuentra en su despacho.—Sam desaparece seguido de Smith. Peter se acerca a mí.

—Y bien, espero que no le hayas cogido demasiado cariño a esos animales.—empieza mientras mira al frente.— por que ahora van a ser míos.

—No sé de que me estás hablando, vuelve a ladear la cabeza porque creo que las neuronas no te hacen contacto.—le digo con chulería.

—Disimula lo que quieras princesa, pero serán míos.—dice antes de adentrarse en la casa. Me adentro seguido de los chicos.

—¿Qué te ha dicho ese idiota?—me susurra Fred.

—Lo sabe.—no hizo falta más para que entendiera.

Pov. Jef

Sé lo que viene ahora, mis intentos por averiguar sus verdaderas intenciones se vieron frustradas. Al final caí como un tonto en su trampa, tal y como él quería.
Me quito las gafas, y me masajeo el puente de la nariz.

Unos golpes en la puerta, me indica lo que está apunto de pasar. Sam entra seguido de Smith, quien adorna su cara con una ancha sonrisa.

—Toma asiento, Smith.—le digo señalando la silla que se encuentra delante mía.— Sam por favor, llama a los chicos.— mi hijo abandona el despacho dejándonos solos.

— ¿Por qué has hecho llamar a los chicos a nuestra reunión?—dice con cierto tono de enfado.

—Yo tengo mis motivos.—le digo tajante.

Unos golpes interrumpen de nuevo el despacho, dando entrada a Sam, Noah, John, Scott, Fred y al hijo de Smith, Peter.

—Bien, empecemos la reunión.— digo para dar comienzo.—¿Qué te trae a ti, y a tu hijo a mi rancho?

—Sabéis perfectamente a lo que hemos venido a tu rancho.—empieza.

—Pues la verdad, es que no.

—Sé de sobra que tienes en tu poder a la manada de Mainland. Quiero darte una gran cantidad de dinero a cambio de ella.—dice como si tal cosa.

—¿De cuánto dinero estamos hablando?—le digo.

—El dinero para mí no es un problema. Estaríamos hablando de un millón de dólares.—todos en la sala pasan a estar tensos.

—¿Me darías un millón de dólares, por esos caballos?—le pregunto incrédulo. A lo que él asiente. Miro a Noah, quién tiene la mandíbula tensa y los puños a cada costado cerrados con furia.—Creo que este derecho no me concierne a mí, Smith. Noah, tú decides.— le digo.

—¿¡Vas a dejar en manos de este gran negocio, a una cría y más por unos simples animales!?—salta furioso de su silla.

—Perdone que le interrumpa su muy dramática escena, señor Smith. Pero si ahora este negocio está en mis manos, puede meterselo por donde nunca le de el sol. Y una cosa le digo, si le ocurre algo a Wild, Ian o cualquiera de la manada me asegurare de que pase una larga temporada entre rejas, y le pateare las pelotas de ricachón pijo que me lleva.
No se acerque a mi familia.—dice echándole de la habitación.— y por cierto, para ser una cría valoro más la vida que usted, abuelo. Y llévate a tú hijo, y enseñale lo que significa respeto.

—La leche...—dice Sam.

Noah, se da la vuelta, con las mejillas rojas de la rabia.

—Nadie se va a meter con mi familia mientras yo viva.—dice.

En el reflejo de mis ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora