~"Nuevas Puertas, Nuevos Caminos, Nuevos Destinos."~
El fin de semana había pasado demasiado deprisa para mi gusto. Había terminado por disfrutar mis últimos días de verano, lo máximo que podía, que en eso incluía pasar el máximo de tiempo con la manada, con los chicos y aguantar los sarmones de mi madre.
Me despierta el bendito sonido de la alarma (que se note el sarcasmo). Volver a oír ese sonido, literalmente me taladra los oídos. A duras penas y con esfuerzo consigo levantarme de la cama, me arrastro hasta el baño, me ducho y visto.
Bajo a la cocina, para encontrarme con mi madre preparando el desayuno.
-Buenos días cariño, ¿qué tal te has levantado?- me dice.
-Eso no se pregunta, es lunes siempre es malo.-dije con una mueca.
-Un poco de fe mujer.-dice riendo.
-Creo que eso esta sobrevalorado.- digo cogiendo una barra de pan y la mochila.
Salgo por la puerta trasera, y dándole de comer a Chuck me encamino hacia mi nuevo instituto. No tardo ni dos escasos minutos en llegar a la puerta. Espero a que llegue Sam, al fin y al cabo se supone que nos toca la mayoría de las clases juntos. Llevo esperando aquí cinco minutos, y nada este chico no aparece <<le tiraré una silla a la cabeza por no esperarme.>>
Empiezo a caminar através del pasillo, buscando la clase 072 y llevandome conmigo todas las miradas curiosas <<maldita sea, el pueblo no es tan grande como para que haya tanta gente.>>
Después de miradas incómodas, por fin encuentro el aula, entro y me siento en un sitio libre al lado de la ventana y atrás del todo de la clase. El profesor entra con una cara de pocos amigos, y al segundo empieza a impartir la materia que más odio, matemáticas. Tomo apuntes a todo lo que puedo, asegurándome de que no quedara nada sin escribir.
Después de dos horas más escribiendo a toda prisa, mi mano se resiente, por suerte para mí es la hora libre, por lo que decido ir en busca de Sam. Muchas personas, muchas personas y ni rastro de Sam, he buscado en el comedor, la biblioteca y los pequeños jardines delanteros, y nada. Solo me quedaba ir a mirar a las canchas de baloncesto que había detrás del edificio. Llego y lo primero que me encuentro simplemente hace que ponga los ojos en blanco, un grupo de chicos están jugando, y unas chicas mirándoles sentadas en las gradas, chillan y se emocionan si alguno de los chicos las miran.
Me subo a las gradas para tener mejor visión del campo, y entonces le veo. Sam, junto con un grupo de cuatro chicos más, hace que simplemente sonría, el problema es que no puedo cruzar el campo sin que me digan algo por interferir en el partido. Así que juntado los labios y pegando la lengua al paladar, silbo con la particular melodía que habíamos creado para avisarnos entre nosotros. En cuanto silbo me ve, y una sonrisa aparece en su rostro mientras me saluda con la mano, para el partido con un gesto de la mano, mientras que él y sus amigos cruzan el campo.
-¡Hola muñeca!- me dice dándome un abrazo.
-Nada de muñeca, me has dejado sola.-le digo frunciendo el sueño.
-Lo siento, me quedé dormido, pero te lo compensaré.-me dice poniendo morritos.- ¿qué hago?
-Vas a limpiar las cuadras por mí, una semana.-le digo riéndome.
-Eres mala.
-Lo sé, es una de mis cualidades.- le digo guiñando un ojo.
-No tienes remedio. Chicos ella es Noah, Noah ellos son Paul, Zed, Raúl y Sebas.-dijo presentándonos formalmente.
-Un placer.- digo disimulando mi nerviosismo <<hacer nuevos amigos, no es lo mío.>>
-Un placer, yo soy Raúl.-me dice un chico de tez pálida y rubio con los ojos azules.
-Hola, encantada otra vez.
-¿Qué hace por aquí una chica como tú?- dice sonriendo.
Hola devoradores de libros.
¿Qué tal vuestro fin de semana? Espero que bien.
De momento parece que a Noah le van bien las cosas, de momento. Por ahí lo dejo caer jajaja :)
Como siempre un voto ayudaría.
Un besazo y hasta la próxima.
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En el reflejo de mis ojos
Novela JuvenilTodo sucede por algo, el destino es así, nunca sabrás lo que te va a deparar. Sólo sé que pase lo que pase él es y será siempre el reflejo de mis ojos.