Capítulo 18.

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Capítulo 18

Aparecimos en medio del salón de ceremonias, que había sido convertido en un improvisado hospital.

Había chicos –muy guapos– con capas azul marino corriendo de un lado para otro, con vendas y medicinas, agua y pañuelos.

–¿Qué pasó? –Le pregunté a Ryder. El sacudió la cabeza.

–Eran demasiados y nos tomaron por sorpresa. Nadie estaba preparado para un ataque. –Había heridos tirados en el piso, siendo atendidos por los magos de La Casa de Los Hermanos. Dios, esto era un desastre. Belial solo sabía causar estragos y todo era por mi culpa. Solo porque me odiaba. Cuando intenté ponerme de pie por mi cuenta, mis costillas y el resto de mi cuerpo se quejaron por el dolor. –No te esfuerces demasiado, es un milagro que aún estés consciente.

–Sí es un milagro. –Murmuré. Lancé una vista hacia Matt, que estaba tirado en el piso a mi costado. –Hay que darle atención médica.

Alex llegó corriendo a donde estábamos. Estaba un poco mugriento y tenía muchos rasguños en todo el cuerpo. –Ey, chica. –Dijo, jadeando. –Perdí el control por un momento y desapareciste, ¿En dónde te metiste?

–Bueno...–Me cortó con la mano.

–No importa, ya imagino que caíste peor que yo. –Señaló su cara. –Caí en un árbol con ramas de espinas. No es lindo, ¿Sabes?

–Alex. –Lo cortó Ryder, mientras lo fulminaba con la mirada. –¿No ves que casi no puede sostenerse en pie? Haz tu magia, por favor, y parloteas luego. –Alex apretó los puños, pero luego se calmó y le sonrió. Extendió sus manos y me tomó en sus brazos, sosteniéndome para que no me cayera de lleno como un pétalo en el piso.

–Lo haré solo por Clea, porque si fuera por ti, dejo que te mueras. –Le dio una mirada de muerte y luego se centró en mí. Hizo una mueca de dolor por mí. –Tienes unas cuantas cosas rotas. –Se arrodilló en el piso conmigo en sus brazos.

–La estás tocando mucho. –Dijo Ryder, entre dientes.

–¿Quieres que la tire en este piso lleno de bacterias? Ni siquiera hay una...

–¡Dios! –Chillé, pero luego me arrepentí por el esfuerzo. –Solo...Alex, por favor, o deja que me cure yo misma.

–¿Cómo? –Preguntó Alex, con los ojos muy abiertos.

–No lo sé, botiquín de primeros auxilios, solo...–Intenté levantarme, a ver si podía con mi alma, pero mi cuerpo se quejó a gritos. Y me ardía la cara y la mano en donde Belial me había clavado sus uñas.

–Ya, ya. –Dijo Alex, mientras ponía los ojos en blanco. Sus manos brillaron con una luz azul, su poder de curación. –Dios, si tan solo me pagaran por esto, me estoy quedando sin energías. –Pasaron unos cuantos minutos, mientras el dolor iba desapareciendo poco a poco. Al cabo de unos cuantos minutos más, podía moverme normalmente. Pero aún tenía la piel del cuello enrojecida, el vestido rasgado, sucio y mojado y sangre seca en la cara.

–¡Necesitamos a unos de los hermanos, urgente! –Todos lanzamos nuestras vistas a la puerta del salón de ceremonias. Un chico alto y fornido, con el cabello azabache y los ojos verdes entró al salón, con la cara y la camisa blanca de un traje empapada de sangre. Pero tenía una chica en sus brazos...

Era Rocío.

Alex y yo nos pusimos de pie rápidamente y nos dirigimos hacia donde estaba el chico. Cuando la vi de cerca, se me cayó el alma a los pies. Estaba totalmente inconsciente, con los brazos caídos y la cabeza hacia atrás, como si fuera una muñeca de trapo. La sangre corría por su brazo y goteaba en el piso, la cara estaba rasguñada y llena de sangre por un lado. Cubrí mi boca con mis manos.

Magos de Mina: Belial, príncipe del infierno. (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora