Capítulo 5
–Pueden esperar todos afuera. –Dijo Alex, volviéndose hacia los demás. –Quizás a Clea le resulte demasiado difícil despojarse de sus vestiduras frente a todos.
¿"Despojarse" ha dicho?
–¿Despojarme de mis vestiduras? –Repití. –¿A qué te refieres?
Alex me miró confundido. –Tienes que estar desnuda, Clea. ¿Acaso pretendes que voy a hacer la preparación de tu cuerpo mientras este está totalmente cubierto? –Lanzó una risa y al ver que yo no estaba de humor, su sonrisa se congeló. –Lo siento. –Se disculpó. –Sé que te incomoda, doncella, pero prometo que no te haré nada. –Luego levantó ambas cejas. –Nada que no quieras.
Ryder carraspeó. –No entiendo por qué tienes que hacer esto tú. Las preparaciones de las magas la hacen La Casa de Las Hermanas.
–Las Hermanas no son magas médicos. –Dijo Alex, mientras ponían los ojos en blanco. –Ryder, no creo que este sea un buen momento para preocuparse por algo tan estúpido como la desnudez. –Se volvió hacía mí. –Clea, lo siento, pero no hay otra forma, y realmente quiero salvarte y si está en mi poder hacerlo, lo haré. –Esta vez estaba serio y con eso bastó para darme cuenta de que en realidad quería ayudarme.
La desnudez no es nada comparado con la muerte.
–Ryder, por favor. –Le dije. Ryder me miró con los ojos muy abierto y luego de unos segundos, giró sobre sus talones. Se detuvo en la puerta.
–Grita si sucede algo. –Dicho esto, salió, cerrando la puerta tras él.
Alex puso los ojos en blanco. –Está siendo demasiado paranoico. –Dijo, entre diente. –Todas las mujeres con las que estoy están totalmente de acuerdo en que yo les haga lo que quiera. –Se volvió de nuevo hacia mí. –Sube hacia allá, por favor. –Señaló el agujero que parecía un jacuzzi. Me quité las converses antes de subir. La alfombra roja que cubría los escalones era suave y me hacía cosquillas en los pies. Alex subió detrás de mí y me detuve para dejarlo pasar. Él se acercó al jacuzzi y abrió el grifo, del cual salió un chorro de agua abundante y totalmente cristalino. El jacuzzi tenía cerámica blanca y el agua cristalina hacía que la cerámica brillara. Se llenaba más rápido de lo esperado.
–Por favor, entra. –Me ordenó Alex. Lo miré, para ver si se va a hacer a un lado para poder desnudarme, pero se quedó ahí, esperando. –No me voy a mover de aquí, Clea. –Sonrió, quizás para hacerme sentir mejor. –Ninguna chica tan hermosa debería estar avergonzada de la desnudez. Adelante, por favor.
Le lancé una profunda mirada de odio que él interpretó como si fuera algo divertido.
Contuve la respiración mientras me desabrochaba la camiseta rosa que tenía puesta. Las manos me temblaban y se me había un poco difícil por las ampollas, pero igual seguí adelante. Deslicé la prenda por mis hombros hasta que cayó en el piso. Alex estaba muy concentrado preparando algo en el jacuzzi y agradecí que no me estuviese mirando. Desabroché mis vaqueros y me deshice de ello. Era más difícil quitarme el brasier, pero logré hacerlo, hasta que quedé solamente en bragas.
El jacuzzi estaba lleno. Olía a vainilla y el olor me hizo relajarme un poco. Rápidamente me preocupé porque podría ser droga, pero luego le resté importancia.
–Entra. –Me dijo Alex. Estaba de frente al jacuzzi y antes de entrar, deslicé mis bragas por mis caderas, hasta que estuvieron junto al resto de la ropa.
–No tengas miedo. –Alex me colocó la mano en el hombro y eso solo logró sobresaltarme. Él se rió por lo bajo. –Vamos, Clea. Mientras más rápido mejor. –Lo miré y aunque sonreía, sabía que también estaba preocupado. Le sonríe para hacerle saber que extrañamente, confiaba en él. Me metí en el agua, que estaba cálida, hasta que toqué fondo; me llegaba un poco por encima de la cadera. –Necesito que flotes. –Me ordenó. Me introduje por completo, mojando mi cabello, hasta que me relajé y me imaginé que flotaba en la piscina del vecindario mientras tomaba cóctel con Maia. Eso fue suficiente para sacarme las lágrimas.
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Magos de Mina: Belial, príncipe del infierno. (Libro #2)
FantasíaMe vi a mi misma en una especie de habitación blanca. No veía techo, ni paredes, pero estaba de pie en algo sólido. Miré mis manos; seguían estando llenas de ampollas, pero aun así me sentía demasiado irreal. Pero repentinamente, frente a mí, comen...