4. Lejos de tu lado

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Kook no lo podía creer, era sábado y hace unas semanas había cometido un acto atroz, lo había marcado. Había marcado al gordito de Tae. Se martirizaba la cabeza pensando en aquello, claro está que había disfrutado como nunca antes y ahora había sellado un pacto sin vuelta atrás.

Lo que le molestaba más era el hecho de que fue la sensación más sanadora y placentera de toda su vida, talvez hizo bien, tal vez hizo mal, no había peros, todo estaba hecho, no podía simplemente regresar el tiempo y hacer como que si nada hubiera pasado, su cuerpo pedía a gritos regresar con su omega, se sentía tan débil y enfermizo que por un momento creyó que iba a morir de la desesperación.

Por otro lado, el omega se encontraba tratando de estabilizar sus emociones, después de asistir a la enfermería parecía que no podía sacarse de la cabeza lo que la beta había dicho y eso lo llenaba de miedo, cada día se encerraba en su habitación para que nadie supiera lo triste y decepcionado que se encontraba en esos momentos, sobre aquella cama en total depresión y tristeza, sin poder comprender lo que hizo, sin siquiera entender como pudo ser tan débil y sucumbir de aquella manera a los pecaminosos deseos y lujuria.

Se levantó de la cama un poco atolondrado por los mareos. Sintió asco de sí mismo y pena por haber disfrutado de aquel maldito y venenoso toque que lo hizo desplomarse al abismo de la locura y humillación. Había pasado algún tiempo y los recuerdos aún lo acosaban como imágenes vívidas. Volvió a meterse a la ducha para tratar de mejorar su situación. Ningún baño borraba el recuerdo que permaneció marcado en su cuerpo, absolutamente, estaba marcado.

Enjuagó su cuerpo aun sintiéndose sucio y usado. Juró que aún sentía aquellas manos en su piel. Cuando hubo casi arrasado con los productos de limpieza se dispuso a salir del baño. No volvió a usar el pijama de esa noche, ni las sábanas que manchó en el acto. Se vistió con algo ligero. Cuando Tae bajó a la sala su hermana ya estaba despierta con cara de resaca, no había nadie más que ella y el omega. Se sintió tan mal, tan destruido por todo, ni siquiera le apetecía salir de casa, quería recostarse todo el día y olvidarse del mundo. Pero no podía hacerlo, su hermana sospecharía que todo seguí mal desde ese día, si es que aún no se había dado cuenta, por supuesto.

-Te preparé el desayuno dulce dormilón ¿Cómo dormiste bebé? –Rose sonrió. Su querido hermano tenía grandes ojeras aquella mañana y lo relacionó con el hecho de haber acabado los exámenes finales y por las noches de desvelo que su hermano se tomaba para poder estudiar sin descanso. Aquel día pensaba consentirlo.

Pero Tae se sentía culpable por las últimas semanas, se sentía tan ensimismado que aún no lo podía creer, era difícil asimilar el hecho de que dejó de ser virgen y el que le quitó aquella pureza era el ser más despreciable que pudo haber conocido en su corta vida, aún no entendía cómo es que lo seguía amando con cada fibra de su ser y aunque dijera mil veces que lo odiaba, su omega se empeñaba en hacerle ver las cosas desde otra perspectiva, odiaba aquellos sentimientos confusos.

-Bien, dormí bien. -dijo sin emoción alguna, el día de hoy, no tenía las mínimas ganas de fingir que todo estaba de maravilla, sólo estaba cansado, demasiado para su gusto.

-Me alegra pequeño, ahora toma tu desayuno, padres están a punto de llegar. -Rose colocó el desayuno frente a su hermano y también se sentó en la mesa para disfrutar de aquel platillo.

Tae tomó el plato en frente suyo y se puso más cómodo en la silla. Sin embargo, algo hizo que los olores a Bacon del desayuno le supieran al peor aroma del mundo. ¿Pero cómo? Si a él le encantaba aquel platillo.

Le dieron inmensas ganas de vomitar, realmente aquel olor le era asqueroso, su estómago se removió y rugió. Retiro el plato de mala gana tan lejos de él que casi cae por el borde de la mesa.

SURVIVE WITHOUT YOUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora