Parte 31

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El sonido metálico de la llave desbloqueando la puerta de la celda era un alivio para mis oídos

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El sonido metálico de la llave desbloqueando la puerta de la celda era un alivio para mis oídos. Eran las 3:40 y todo lo que le pedí a Todd era mejor que lo hubiera echo. El guardia me mostró un vestuario donde me quité el mono naranja y me deslice en mi propia ropa. No había lugar que podría hacerme sentir más claustrofóbico.

Inhale una profunda bocanada de aire fresco en mis pulmones... era refrescante. El sol salió y me sonrió. Un día perfecto. Todd estaba en el estacionamiento de pie contra su auto. Él asintió con la cabeza cuando me vio.

—¿Estás bien?

—Sí.

Él me permitió estar en silencio por una corta distancia, finalmente, dijo:

—Todo lo bueno a donde ir, cuesta una buena cantidad de dinero en efectivo.

Asentí.

—Gracias. ¿Le enviaste un mensaje a ella?

—Le envié un mensaje anoche preguntándole si todo estaba bien. Ella dijo que sí.

Respiré más fácil.

—Bien. 

—K. Te conozco desde hace mucho tiempo. Hemos pasado por todo juntos, hombre. Ya sabes que siempre te he cubierto la espalda. Pero no hay vuelta atrás si haces esto. Si le gustas, ella se quedará. ¿Estás listo para eso?

Mi mirada no llegó más allá de la línea. Ese fue el mayor número de frases que Todd había puesto juntas en un largo tiempo. Podríamos leer los pensamientos de los demás. La conversación era muy sobrevalorada.

Infiernos, se graduó con una licenciatura en comunicaciones antes de ir a la escuela de leyes. Él era el hombre más inteligente que conocía, así que pensé que le había dado a esto algún pensamiento. Yo había estado encerrado en una celda húmeda, durante 20 horas, pensar fue todo lo que hice. Bueno, practicar un poco lo que le iba a decir. Sonreí cuando pensé en eso. Le hubiera golpeado la mierda fuera al hombre por hacer eso.

—¿K?

—Sip. Estoy listo.

Me di cuenta de que estaba pensando en ello también. Cuando él se frotó la perilla, me preparé para su siguiente pensamiento.

—Dijiste que ha sido herida. Si no estás seguro, no le des esperanza.

—Estoy listo —le dije con la esperanza de poner fin a la conversación.

El resto del viaje en auto fue tranquilo. Cuando llegamos a la casa, el garaje estaba cerrado y su auto estaba aparcado en la calle. Todd se rió y me miró.

—¿Qué? —Le pregunté.

—Sonreíste cuando viste su auto estacionado en la calle, puto maricon.

Riendo, abrí la puerta de mi auto.

—Sí, sonrío cuando veo el auto de tu mamá también.

Sessions interrupted.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora