Regalo (KageHina)

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¿No podrían hacer las recetas un poco más fáciles de seguir? 

¿Qué era eso de pesar y colar la harina? ¿Derretir la mantequilla a cuántos grados? 

Hinata se tiraba de los cabellos naranjas de forma desesperada. Llevaba horas intenta hacer un pastel de cumpleaños en su cocina. Primero había intentado con una torta de chocolate y manjar. No resultó. Luego, intentó ornear unos pasteles de frutilla con crema. No resulto,

Y su tercer intento, era ese. Galletas de vainilla con forma de animales. 

Aunque mas que animales parecían monstruos deformes que estaban pidiendo a gritos que acabaran con su existencia.

Definitivamente, lo suyo no era la cocina y menos aún la pastelería. 

Hinata no estaba solo frustrado, también enojado y decepcionado. Todos estos sentimientos no eran hacia alguien o algo más, sino que hacia si mismo. ¿Acaso no era bueno en nada más que el volleyball? 

Pues parecía que no. Incluso en el deporte no era el más brillante ni el mejor. 

Sacudió su cabeza ante tales pensamientos, no era momento para ser pesimista, ahora debía concentrarse en el trabajo que tenía ante sus ojos. 

Sacó las galletas ya horneadas del horno y las miró. Realmente el contorno de las figuras se había perdido y los animales eran solo una masa viscosa. Esperaba que fuera viscosa al menos y no una masa dura rompe dientes. 

Tomó una y después de soplar con su boca para enfriarla, se la echó a la boca y mordió. 

Inmediatamente la escupió. Hizo una mueca de desagrado y corrió a buscar un vaso con leche.

No solo la apariencia era horrible, habían quedado duras y no dudaba de que se había quebrado alguna muela al morderla. Y para peor, el sabor era igual de desastroso. 

Se sentó en la silla que había cerca de la mesa de la cocina con gesto derrotado. 

La cocina era un desastre, llena de materiales e ingredientes gastronómicos, comida -o intentos de- esparcidos por el lugar, algunas muestras incluso desprendían humo. Raro y terrorífico. 

Hundió su cabeza entre sus manos y comenzó a sollozar. Si bien la cocina era un desastre, él también. 

Era incapaz de prepararle un regalo de cumpleaños decente a su novio. 

Seguramente Kageyama se enojaría con él y le gritaría. Al menos ya no le golpeaba.

Desde el inicio de su relación, el temperamento del setter con nivel nacional, se había ablandado en cierta medida con él. Ya no le golpeaba impulsivamente y contaba hasta 3, incluso hasta 10, para gritarle. Un gran logro personal. 

Estaban en el último año de preparatoria, y habían empezado a salir en el segundo. Llevaban algo más de un año de relación y Hinata no se arrepentía de nada. Como todos, habían tenido malos y buenos momentos, pero siempre habían enfrentado juntos sus problemas. 

Para sorpresa de Shouyo, su propia familia había aceptado de muy buena manera su relación homosexual, habían dicho que para ellos había sido bastante obvio que el chico de cabellera naranja tenía sentimientos más allá de la amistad por el chico de ojos azules. 

En cambio, la familia de Tobio no había tenido la misma recepción, si bien, estaban felices de que su hijo tuviera algún amigo después de tanto tiempo en solitario, no tomaron la noticia de su noviazgo de la misma forma. Habían decidido hacerle la ley del hielo, pero no se interponían.

Aquél día, Hinata recordó aquella incómoda conversación y volvió a sentir en su cuerpo la tensión que vivía cada vez que pisaba la casa del armador. 

One Shots y Drabbles de HaikyuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora