Omega (Oikawa x All)

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Bajo el agua de la ducha no podía hacer otra cosa más que pensar. ¿Por qué tenía que ser así? ¿Por qué su biología lo obligaba a ser quien no quería ser?

Suspiró frustrado y cerró la llave, no podía seguir más tiempo escondido ahí, aunque le hubiera gustado; pero seguramente su compañero de cuarto, aquel chico molesto, no dudaría en golpearle la puerta diciéndole que se apurara o que tendría que pagar más de la renta por el uso del agua caliente.

Maldito, siempre se entrometía en dónde nadie lo llamaba, pero al menos le proporcionaba buenos momentos de diversión y le seguía la corriente para todas sus tonterías. Era algo importante.

Salió del cuarto de baño apenas con una toalla, gotas de agua todavía estilaban por su cabello que iba más corto de lo habitual, pero es que el calor en Tokio le impedía llevarlo como siempre. En cuanto dio un paso fuera, se topó con su compañero de cuarto, quien parecía estar a punto de tocar la puerta.

—¿Oya? Pero si el príncipe se dignó a salir de su baño de espumas.

—Jódete Kuroo —le respondió Oikawa.

—Preferiría joderte a ti, pero... —se encogió de hombros—, al parecer no soy lo suficientemente bueno para ti.

—Y no lo serás ni en un millón de años —se defendió el castaño pasando por al lado de él y empujándolo por el hombro.

—Eso ya lo veremos, Tooru-sama.

Oikawa solo chaqueó la lengua cuando escuchó aquella pulla, Kuroo siempre buscaba molestarlo de alguna forma, y generalmente lo lograba, pero hasta cierta medida, aquellos sobrenombres no le molestaban. Solo le inflaban el poco ego que tenía.

Una vez que estuvo en su dormitorio a solas, revisó el calendario. Faltaba poco para que el inicio de su celo comenzara, así que tenía que preocuparse de ir a comprar los inhibidores y las pastillas regulatorias, de lo contrario no podría hacer nada y tendría que quedarse en su casa por los días que durara su ciclo.

Ser omega era un asco. Lo odiaba. No solo por la posición social que lo ponía en el mundo, ya que como ellos eran los únicos capaces de dar a luz, tenían un valor único, aunque solo fuera para fines reproductores. Lo que odiaba de ser omega era el celo.

Ese estado en dónde era el cuerpo y las hormonas quienes se apoderaban de su autocontrol y en dónde sucumbía antes los deseos profanos y lujuriosos de su calidad de ser. Debía reconocer que el sexo en aquellos días era increíble, sublime y espectacular.

Era por lejos mil veces, no, un millón de veces mejor que cuando tenía sexo en época normal. Su interior se auto-lubricaba, sus nervios estaban mucho más sensibles y expuestos, la temperatura de su cuerpo aumentaba y ante el menor estímulo, podía llegar al orgasmo. Claro que con eso también aumentaba la posibilidad de embarazo.

Por eso optaba por la opción que la gran mayoría de los omegas tomaba. Supresores.

Tooru creía que eran el mejor invento del mundo, si bien era cierto que eran un poco costosos, valían totalmente su precio. No solo disminuían su celo y disminuían las posibilidades de embarazo, sino que también controlaban la liberación de hormonas que se liberaban como llamadas a alfas para que se aparearan con él.

Volvió a suspirar y anotó en su teléfono que debía reunir el dinero y comprarlos, de lo contrario tendría que quedarse en casa, encerrado y masturbándose incansablemente hasta saciar su lujuria. No sonaba como un mal plan, pensó, pero eso implicaría tener que faltar a sus entrenamientos, y el entrenador no se lo permitiría.

Al menos aquella semana Kuroo se iría de viaje con la universidad y tendría el departamento para sí solo. Tal vez... podría conseguirse un novio para aquello.

One Shots y Drabbles de HaikyuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora