One Shots y Drabbles de Haikyuu

Santa Clauss

¿Cómo era posible que no tuviera nada de dinero? Claro, ahora lo recordaba. Había "invitado" a su equipo a una comida luego de un duro partido de práctica. Siempre le hacían lo mismo, iban a comer y dejaban que fuera él quien pagara, bajo la consigna de qué por algo era el capitán. Malditos Makki y Mattsun que alentaban esas cosas a los de los otros años.

Se acercaba navidad y las épocas festivas y necesitaba sí o sí algo de dinero. Esa sería la primera navidad que tendría a Iwa-chan como novio, y quería darle un regalo que le hiciera sonreír. Eran tan raras y escasas las veces que lo hacía que Oikawa ya había llegado a pensar en que, en el caso de su amigo, este tenía las sonrisas contadas por el resto de su vida.

Volvió a suspirar y se tiró de espaldas en su cama para observar el techo, ese que tantas veces le había dado las respuestas a las infinitas preguntas y crisis existenciales que había tenido a lo largo de su vida, algo así como qué hacer después de que saliera de la preparatoria, a qué universidad ir, si le gustaba o no realmente Iwaizumi, su amigo de la infancia, si es que eso lo hacía o no gay o solo Iwachansexual, si debía cambiar o no la marca de los productos de su cabello o si aquél pantalón lo hacía verse gordo. Sí, grandes problemas.

Tal vez debería tomar ese trabajo que le había ofrecido su hemana en el centro comerecial, aunque la idea no le emocionaba nada, pero al parecer la paga era buena y el trabajo no era muy complicado, "Hasta un idiota puede hacerlo, Tooru. Por eso te lo ofrezco primero a ti". Maldita hermana que siempre lo subestimaba, si era un trabajo para idiotas, él conocía a unos cuantos que serían capaces de realizarlo, empezando por Tobio-chan.

Pero su situación financiera le impedía rechazar tal oferta, además, nadie tenía que enterarse de que él estaba trabajando en ese lugar, así que no era mala idea después de todo.

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Era una terrible idea después de todo. Aparte de su sobrino, no se llevaba bien con los niños, y aquel trabajo requería estar en constante trato con ellos.

Nunca, jamás, en toda su vida, ni por mucha imaginación que hubiese usado, hubiera imaginado y pensado en trabajar de Santa Claus en un centro comercial. ¡Ahí no podía usar su atractivo! Solo su paciencia, la cual no era mucha, a decir verdad.

En cuanto había llegado, le habían pasado un traje gigantesco de Santa, del cual estaba seguro que podría caber 2 o incluso 3 veces dentro, pero al menos era nuevo. Le pusieron algo de relleno en el cuerpo, para tratar de imitar la barriga, le habían puesto una barba falsa blanca que apenas le dejaba mover la boca, si trataba de hablar los pelos de esta entraban en su garganta y se ahogaba. Ya había pasado cuando trató de decir: ¡Jojojo, feliz navidad!, y unos cuantos pelos sintéticos entraron por su boca hasta que llegaron a su garganta y le provocaron un ataque de tos que casi lo mata. No sabía cuántos niños habían quedado traumados al ver a Santa toser y caer al suelo en busca de aire.

Ahora como medida de precaución, tenía una grabadora escondida en alguna parte del traje, así que solo tenía que apretar un botón y aquella frase se repetiría sin que él sufriera peligro de asfixia. Aunque ya había apretado tantas veces ese botón a lo largo del día, que no sabía qué pasaría primero, si sus huellas digitales desaparecerían por completo, si su dedo se esguinzaría o si se volvería loco por escucharla tantas veces.

Lo bueno de todo aquello, es que estaba sentado la mayor parte del tiempo y la interacción con los niños era solo por unos cuantos minutos, ellos entraban, lo saludaban, se sentaban en sus rodillas y le entregaban la carta que habían escrito con todos sus deseos, el apretaba aquel maldito botón que reproducía aquella maldita frase, le entregaba un dulce al niño y adiós, que tengas buen viaje y disfruta tu inocencia, que luego no tendrás dinero y tendrás que trabajar en época de navidad vestido de Santa...