Remembranzas Familiares

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Una mujer entró por aquella puerta, ambos la oímos, sus pasos eran suaves pero decididos, así que solo fué cuestión de tiempo para verla aparecer por el umbral del living.

Era preciosa. Se veía serena y era muy hermosa sin duda, a pesar del rostro dulce y frágil pude encontrar fiera determinación en sus ojos ambarinos.Y en cuanto hizo su aparición es como si todo lo demás se hubiera borrado, miró a Carlisle y sus ojos parecieron haberse iluminado al verlo, con la misma emoción que si fuera la primera vez.

En sus manos traía varias bolsas que soltó con delicadeza sobre el mesón de cristal. Una intensa armonía lleno la habitación tan solo con su presencia. Era como si trajera paz con ella.

Me cayó bien de inmediato. Cualquiera que viera así a Carlisle tenía mi apoyo, cualquiera que estuviera haciéndole así de feliz debía ser un ser maravilloso.

—Esme, cariño, ven aquí— la llamó levantándose y tendiendole la mano que ella sin dudar aceptó.
Sus dedos se entrelazaron y le brindó una dulce sonrisa.

La saludo efusivamente y durante ese corto periodo de tiempo me sentí como una espectadora, hace décadas que no era consiente ni presenciaba una muestra de cariño verdadero. Después, se separaron lentamente y él  la llevó hasta donde me encontraba con un creciente entusiasmo.

—Cariño, ¿Recuerdas a Allison?— extendió su otro mano para mí, invitándome a acercarme.—Es ella, ha venido a visitarme.

No tardé en sonreírle, extendí mi mano y ella la tomó firmemente sólo para atraerme hacia ella y abrazarme como si nos conociéramos de toda una vida. El gesto me tomó por sorpresa pero sería cruel y ruin dejarla de lado cuando me estaba dando una bienvenida tan amable. Así que con lentitud le devolví el gesto, no muy segura de cuando había sido la última vez que estuve entre unos brazos felices de tenerme entre ellos.

Un dolor me recorrió completa. Sus brazos habían sido dulces y acogedores, justo como lo eran los de mamá. Sacudí la cabeza, eliminando los pensamientos y la nostalgia de mi mente.

—Un gusto Allison, Carlisle me ha hablado mucho de ti, eres muy importante para él—sonrió maternalmente, un gesto que me intrigó, hace años que no recibía nada igual y que todo se me estuviera dando tan pronto fue abrumador.

Y la amabilidad y sinceridad en sus palabras solo me motivó a responderle de igual manera, era casi como algo natural.

—Lo mismo digo— halague honestamente.—En las cartas que enviaba me decía lo feliz que era desde que te encontró. Me alegra mucho que se tengan el uno al otro.

—La afortunada he sido yo— manifestó cogiéndome las manos con suavidad—Conocerlo fue un deseo vuelto realidad. Amo a este hombre.

Ambos intercambiaron miradas y supe sin necesidad de preguntar qué ambos guardaban más de lo que podían contar, algo más profundo y sincero de lo que los demás podríamos entender. Y cualquier envidia que pude sentir hacia la nueva vida de Carlisle se esfumó. Todo esto lo merecía, y más aún. Los tres nos sentamos inundados por el momento pacífico.

Así nos pusimos a platicar durante lo que me parecieron horas y horas.
Me puso al tanto de lo que pudo y yo le conté varias de mis anécdotas verdaderamente buenas. Hablamos sobre la chica rubia, a la que no volví a ver por el resto de la tarde, lo difícil de su carácter, que difícilmente se podía ocultar. Y también del miembro fantasma. El famoso Edward Cullen.

Resultaba ser casi el primero en unirse a Carlisle. Los mismos que tenía de conocer a Esme. Y aunque los dos me hablaban maravillas de él y su talento casi nato con el piano, como dos padres orgullosos, yo no me lo podía creer del todo, es decir, ambos eran como miel sobre hojuelas, era imposible que dijeran algo malo de la familia que habían creado.

Pero el susodicho no se veía por ningún lado lo que me dió mucho que pensar, si me habían hablado bien de Rosalie, la chica que parecía odiar al mundo entero, ¿Que me aseguraba que el buen Edward fuera un ángel?

—¿Te quedarás?—inquirió Carlisle intentando vagamente ocultar sus intenciones.

Le miré fijamente haciéndome la desestendida, moví la cabeza negativamente.

—Aún no lo sé—confesé cruzándome de brazos— La verdad he ganado mucho dinero estos años y estoy en todos lados. No es que lo necesite, pero simplemente...

—Entonces no tienes ninguna atadura-—terció Esme acomodándose más en el sofá, entre los brazos de su marido.

—Por eso mismo—expliqué—nada me ata a ningún lado. He estado en tantos sitios, no lo sé...

Los dos intercambiaron una mirada.

—Es demasiado pronto para que te marches— añadió Esme sin ceder un apice. Sus ojos eran dulces pero seguros.

Sonreí internamente, dentro de ese aura de armonía se escondía la misma determinación que creía. Así que me lo pensé, mirando a las dos personas sentadas frente a mí, las mismas que me estaban ofreciendo un refugio temporal.

—Podría quedarme un tiempo si no les molesta—dije, mirando a Esme como quién no quiere la cosa. Ella negó con la cabeza viéndose satisfecha.

—¿Ya ves que no?—intercedió Carlisle viéndose contento— Además, eres como mi hija, no puedes olvidar eso, señorita.

_Oh sí, pero es que se me ha olvidado, ¿He oído que tienes otro hijo? Me parece que he llegado yo primero, Carlisle— bromeé tontamente.

Trataba de sonar como una niña pequeña, invadida por una genuina felicidad espontánea, Carlisle hacia que la armadura que había construido se rompiera.

—Siempre serás mi niña. Eres mi pequeña, Allison.

Asentí vagamente, con un único propósito en mente.

—Quisiera conocer al famoso Edward entonces, supongo que tenemos muchas cosas que aclarar.

Crepúsculo Encontrarte (En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora