Boomerang

7.9K 603 30
                                    

La existencia vampírica no se parecía a nada que hubiese leído en los libros que durante mi juventud devoré con interés.

Ser independiente cuando jamás lo había sido, ir de aquí a allá, conocer personas, experimentar cosas que para una jovencita nunca estarían permitidas... Fue tan excitante como abrumador.

Sé que en algún punto del camino terminé perdiendome, pero no pude darme cuenta hasta que fue demasiado tarde.

Al inicio de mi inquietante travesía lo único que necesité fue asegurarme de ser lo suficientemente lista como para no revelar mi condición. Pero sin necesitar un techo sobre mi cabeza, comida o seguridad, sin cualquier necesidad mundana hizo todo mucho más fácil.

Claramente, no siempre podía quedarme por mucho tiempo. Teniendo siempre el cuerpo de una chica de diecisiete años, sin un tutor, padre, esposo o familia era sumamente mal visto poseer cualquier indicio de riqueza.

El dinero nunca fue un problema.
Aunque prácticamente no me servía de nada pero me mantenía ocupada durante los primeros años.

Al inicio, todo fue justo como pensé que sería. Pero después, los recuerdos volvían y hacían los días difíciles.

La necesidad de olvidarme de aquello me empujaba aún más a buscar algo que me diera cualquier clase de emoción que me hiciera olvidarlo.

Pero lo que había hecho no cambiaría y prefería pensar que las personas que se cruzaban en mi camino eran como animales, personas sin nombre, con rostros repletos de pánico pero incontables pecados y errores que los hacían tan o más culpables que Adam o yo misma.

Cometí tantos errores como pude hacerlo, algunos los remedie, otros, los empeoré. Pero curiosamente al tener toda la eternidad por delante los problemas dejan de ser eso para convertirse en apenas posibkes de recordar, como simples piedrecitas en el camino.

Y así pasaron los primeros diez años, o eso creo. No los contaba, intentaba no recordarlos, solo existir y seguir moviéndome.

Mi mente era idéntica a la de una mujer de veintisiete años, mi cuerpo el de una adolescente, mi alma, tan podrida y consumida como solo la de alguien que ha pasado mucho.


No pensaba, solo actuaba. Conocí a otros como yo, incluso varios humanos de los que con el tiempo tuve que alejarme, y el tiempo seguía pasando. Aún era relativamente joven, lo que en una de mis tantas veces mirando el cielo obscuro y estrellado me hizo reflexionar. ¿Qué quería para mí?

¿Seguir huyendo? ¿O más muertes en mi conciencia?

Hasta ahora era lo único que tenía. ¿Pero a dónde estaba llevándome? Los excesos, las muertes, el dolor y los pecados solo hacían crecer una carga abrumadora sobre mis hombros, y aunque el cansancio físico era diferente, el mental era abrumador.

Ni en mi vida humana ni en ésta quería echar por la borda todo.
Mis padres estarían horrorizados, yo misma lo habría estado de saber en qué me convertiría, y aunque aún guardaba recelosamente ese atisbo de humanidad y cariño que siempre guarde para Carlisle, la única persona que aún me importaba en el mundo, dar un paso hacia la salida era difícil.

Algunas veces me llegaban cartas de Carlisle, lo que ayudaba a despejarme, no eran muy seguidas ni demasiado extensas, tres cada año al inicio, que pasó a convertirse en una sola, hasta que fueron cada vez más escasas, pero no por ello dejé de guardarlas celosamente. En ellas me contaba un poco de su vida, con pequeños, grandes y triviales detalles sobre lo que hacía, sus logros, sus deseos, cuanto me echaba de menos... Todo aquello me hacía sentir genuina felicidad por él.

Crepúsculo Encontrarte (En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora