Encontrarme (capítulo completo)

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                 Chicago, 1928.

Puedo saberlo desde antes de que lleguemos. Simplemente, lo sé.

Algo en todo, en cada fibra de mi ser me lo ha advertido durante todo este tiempo, alargándose inútilmente al creer que podría cambiar su desenlace.

Lo que me depara detrás de las elegantes puertas de roble, lo que esconden sus paredes ahora no será liberado nunca y, quizás, es culpa mía también. Sin embargo, no me detengo, no puedo hacerlo ahora que hay tanto por hacer.

Bajo del carruaje con seguridad, segura de que mis piernas, siempre firmes y sólidas no me permitirán caer ante lo que habré de enfrentarme. Es ahora más que nunca, cuando agradezco la fortaleza que la inmortalidad me otorga. A casi dos décadas de haber acogido mi inmortalidad con resignación, puedo decir que me he adaptado lo suficientemente bien.

Un día como hoy, de haber sido otra mi vida, me encontraría dichosa por mi cumpleaños número treinta y tres. Toda una mujer, con una vida y, me permito suponer, con muchos sueños ya vueltos realidad.

Una familia, quizás hijos... No tiene caso pensarlo.

Por toda la eternidad, sin importar cuál sea mi edad, así tenga treinta, sesenta o cien años, mi apariencia siempre será la de una adolescente de diecisiete años. Inmortalizada para siempre por la deslumbrante belleza antinatural que siempre desprendería mi físico.

Hermosa y fresca. Una juventud intacta y duradera.

A mi lado, despidiéndose encantadoramente del cochero, animándolo a marcharse a casa se encuentra mi deslumbrante acompañante de esta noche. La mejor opción que ha podido darle y la única que, de no acatar, podría ser la diferencia entre la vida y la muerte. Una línea tan fina de atravesar.

El hombre nos mira, puedo sentirlo, despidiéndose atentamente con una educación poco cuestionable. Sé lo que las personas tienden a pensar de nosotros, la curiosidad que les produce nuestra perfección e indiscutible encanto. No hay nada que pueda discutir, de todos modos, no cuando todos creen que somos familia, y mucho menos cuando las personas frente a ti pagan las cuentas con dinero que no puedes darte el lujo de rechazar.

Él es un buen hombre y, por eso mismo, le permitirmos marcharse y continuar con lo que espero, sea una larga vida. De haberse quedado aquí un segundo más, de acercar el carruaje tan solo unos metros más a la casa, estaríamos sentenciándolo.

No es como si mi conciencia moral sea totalmente pulcra, pero es lo máximo que puedo hacer. Los casos de los caballos alejándose nos permiten relajarnos. Habría resultado mejor un coche, pero siendo este un pueblo tan modesto y pequeño, para el caso, la finalidad es la misma.

La maravilla del mundo moderno.

Siempre cambiando, siempre en movimiento... Algún día, el mundo se convertirá en un lugar tan pequeño, que el secreto de nuestra inmortalidad se convertirá en un serio problema.

Sin pensarlo más, avanzo un paso más y el joven a mi lado hace lo mismo, sin atreverse a pronunciar ni una sola palabra, igual de consciente, como yo, de la atrocidad que ocurrió en nuestra ausencia.

La luna blanca y brillante ilumina nuestros pasos hasta que nos encontramos frente a la puerta.  Intento no aspirar el agradable olor dulzón que se esconde detrás de las paredes de aquella casa, el aroma que, de ser otras las circunstancias, me haría salir de mis cabales. Mi autocontrol siempre ha sido bueno, me recuerdo.

Crepúsculo Encontrarte (En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora