El Valor De Las Promesas

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No tenía caso mentirse. Podría hacerlo con cualquiera, negarlo una y otra vez hasta sonar lo suficientemente convincente, pero, si debía admitirlo a sí misma, era que, en el fondo, besar a Edward Cullen le había parecido maravilloso.

Aunque, se suponía que eran... Cómo hermanos, entonces, ¿Era incorrecto? Tal vez, solo era una reacción lógica de sus cuerpos, todavía susceptibles a aquellos impulsos tan terrenales. Sí, solo eso, un impulso y nada más.

Sin embargo, aquella voz en su cabeza se repetía que, “no eran familia”, al menos no sanguínea. Pero la convivencia diaria, el esfuerzo de Carlisle por mantenerlos unidos y crear una nueva familia lo complicaba todo.

Agotando la cabeza, luchando por deshacerse de la molesta voz en su cabeza, se enderezó tan rectamente que podría haber sido confundida como un rígido maniquí. Sin embargo, por mucho que lo pensara, no podía entenderlo.

Si no lo veía como a un hermano y ese no era el motivo de su molestia inicial, ¿Qué le ocurría? ¿Por qué se negaba a aceptar sus sentimientos? Nunca fue especialmente tímida, pero imaginar a Edward enfrentándola la ponía nerviosa.

Por eso mismo, se odiaba. Su reacción y la pasividad de él, por ser tan caballeroso esperando su consentimiento para dar un paso más, avanzando solo si ella mostraba interés de verdad. Sin esperar que, por primera vez en siglos, Allison Carson se sentía y comportaba como una tímida quinceañera.


—Ah, aquí estás y por fin libre— dijo una voz a sus espaldas. Era ilógico decir que no la esperaba con anticipación, la sintió acercarse.

— Sí— respondió Allison, relajándose—. Estoy aquí, pensando. Recién he tenido una interesante conversación con Kate— añadió, sin apartar su vista del frente y el maravilloso paisaje nevado que Alaska le regalaba.

—¿Te gusta?— preguntó, señalando al frente.

—Sí, todo aquí es diferente, incluso ellas— respondió, refiriéndose a las Denali—. Me agradan, ¿Qué hay de ti?

—Me gusta— respondió. Lo que representaba toda una novedad.

Asintiendo vagamente a sus palabras, poco interesada en iniciar una conversación profunda con alguien, incluso su hermana adoptiva favorita.

—¿Puedo preguntarte algo?— inquirió súbitamente, el tono de voz empleado sirvió para que Allison adivinara que, cualquiera que fuera el asunto en cuestión, no le gustaría.

De todos modos, aceptando lo que vendría, curiosa por el interés pocas veces demostrado en Rosalie, taciturna y repentinamente tímida, habiendo sido siempre muy segura y firme al hablar, Allison admitió que deseaba conocer lo que tenía por decirle.


—Ah, sí, ¿Qué cosa?

En su interior, Allison suplicaba porque no se tratase de lo que creía, de lo contrario, podría comprender el alcance que sus malas acciones habían tenido. Aquellas vergonzosas repercusiones. Si Rosalie sentía interés en el asunto, significaba que, seguramente para este punto, incluso Carlisle y Esme lo sabían.


—Es sobre Edward y tú— soltó Rosalie,  mirándola fijamente—. Sobre, lo que ocurrió entre los dos.

¡Y ahí estaba! Justo como lo creía. Que hasta la fantástica Rosalie quisiera habla de eso ya auguraba lo pésimo de todo.  Moviéndose incómoda, pero todavía aparentando tranquilidad, Allison la invitó a sentarse a su lado.

—¿Sobre lo que ocurrió? ¿A qué te refieres con eso, Rose?— preguntó con la voz más segura que pude reunir.

Rosalie se echó el cabello hacía atrás, olvidándose de cualquier timidez.

Crepúsculo Encontrarte (En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora