Los Cullen

9K 564 19
                                    

No sentirme sola, ni tener la inquietante necesidad de cuidar mis espaldas era toda una novedad.

Lógicamente, los Cullen estaban... Domésticados. Quizás el mejor término no era ese, sino humanizados.

Sus vidas cotidianas eran extraordinarias y entre todos, conseguían una armonía que no creía ser capaz de volver a presenciar.
Ningún lazo de sangre los unía, solo eran personas rotas a las que la muerte les había dado una segunda oportunidad de conseguir una familia y vivir.

La visita fue grandiosa a su lado, y no es como si tuviéramos que cumplir con algunos de los banales hábitos humanos como dormir ni comer, así que básicamente, tuve el tiempo suficiente para poner a Carlisle al tanto de la mayoría de cosas que había hecho en estos años, haciendo las excepciones necesarias.

Al inicio, cuando mis parámetros estaban establecidos, pensé que todo se trataría de una visita de ida y vuelta, pensado que quedarme una temporaa solamente bastaría para saciar mi patética necesidad de un hogar.

Una estación o dos era lo  máximo, pues no quería volver a encariñarme con él ni mucho menos con Esme, una tarea verdaderamente difícil de llevar a cabo con cada día a su lado.

Antes de darme cuenta, era demasiado tarde fingirme indiferente. Les quería, por supuesto,pero no era la clase persona que se suponía que debía sentirse tan cómoda en un solo sitio. Ya no.

Un lazo que me atara a un sitio... Una familia, o lo que sea que significara pertecener a algo no valía debía valer más para mí, no podía hacerme esto y luego arriesgarme a perderlo todo.

Intenté repetirmelo diariamente cada que me descubría riendo sin miramientos, correspondiendo a los abrazos de Esme o a las bromas ácidas de Rosalie con una genuina emoción echando raíces en mi interior.

Al final, sabía que no estaba funcionando completamente.

Sobre todo porque, en el fondo, adoraba sentir que alguien en el mundo me notaba realmente, sin esperar algo a cambio.

—Podemos ir cazar— me animó Rosalie, sentándose cómodamente al borde del elegante sofá en el salón— Debes estar sedienta, ¿No es así? Has venido de muy lejos y conozco una zona perfecta donde los humanos básicamente nunca están.

Para odiarme inicialmente, era la única lo suficientemente observadora para notar que bajo mis comentarios ruidosos se escondía una inquietante intriga.
Lo cierto es que contaba con un alto poder de percepción.

Inconscientemente miré a Esme a unos metros de nosotros, yaciendo cómodamente en brazos de Carlisle, mirándose uno al otro con una deslumbrante sonrisa y su típica aura de complicidad. Se veían... Felices.  Cualquiera podría notarlo.

—Yo...no me siento con ánimos— confesé a duras penas, cohibida por exteriorizar mis pensamientos.

Realmente llevaba días sin cazar nada y era un hecho verdadero que tenía salir a cazar desesperadamente, ¿Por qué me negaba? Mi respuesta no era mentira.

Era extraño sentirme así, feliz, vacía y sin interés alguno por poner orden en el rumbo que tomaría mi vida.

Para este punto el color de mis ojos pasaron a ser de un intenso rojo a un negro profundo y absorbente. Estaba sedienta.

El tema respectivo a mi dieta no "vegetariana" nunca fue algo de lo que habláramos y era evidentemente que a Carlisle no le gustaría. El estilo de vida que él me inculcó en mis tiempos como neófita eran los mismos con los que su nueva familia vivía, contrario a lo que yo adopté al abandonarlo.

Crepúsculo Encontrarte (En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora