La Volatilidad Del Destino

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Nada ha cambiado.

Al menos, no mucho hasta que Edward volvió y con él, todo lo que he esperado. Su ausencia me ha permitido pensar en lo mucho que lo extraño, en lo imposible que resultaría no pensar en él. Hasta ahora y cosa que agradezco, parecía que Edward era más resistente al aroma de aquella humana y con ello, relativamente todo volvió a la normalidad, claro que, no ser porque Isabella ahora nos miraba más inquisitiva, todo sería mejor. Hemos atraído su atención, o al menos, lo ha hecho Edward, algo por lo que no puedo culparla.

Siempre mirando en nuestra dirección cuando piensa que no nos damos cuenta, lo que solo conseguiría irritarme. Su presencia no ayuda con la "recuperación" de Edward, como a a mí me gusta llamarla, y la atención que él le dedica en algún momento me volvería loca. Nunca he sido especialmente celosa, pero tratándose de él, imaginarlo mostrando interés por otra chica, y especialmente, por una como ella, ha robado muchos de mis pensamientos.

—Lo haces muy bien, ¿No lo ves? Estás haciendo un gran esfuerzo, mejor que el que hemos hecho la mayoría— le digo, en uno de los tantos descansos en que nos encontramos en compañía del otro, mientras lo tomo de la mano, en un gesto de apoyo, que espero, sirva para hacerle ver que no está solo en esto. Siempre que busque a alguien en quien apoyarse, estaré ahí, únicamente para él. Por supuesto, también el resto de la familia.

Además, mis palabras las digo de verdad. Hace ya tiempo que me ocurrió algo similar, como a la mayoría, al parecer. Sin importar cuánto autocontrol tengamos, en algún momento existirá un pequeño instante de quiebre en el que nuestra abstinencia se verá tentada a flaquear. Quienes seamos en realidad cambiará el rumbo de nuestras decisiones.

Si sucumbimos a nuestros primitivos instintos asesinos, o nos permitirmos ser mejores por un día más, incluso en nuestras circunstancias.

Tiempo atrás existió un humano que me hizo reconsiderar si realmente valía la pena considerarme eso, vegetariana, aislada del placer que me otorgaría probar la sangre humana, la única que mi cuerpo me pedía realmente.
Él me parecía especialmente adictivo desde la primera vez que me encontré mirándolo o, más bien su sangre. Su aroma, el latir del corazón en su pecho, sus mejillas llenas de color, de vida... Parecía ser demasiado bueno como para privarme de un placer como ese.


Por aquel entonces, egoísta, inexperta y sin conciencia, sin esforzarme realmente en controlarlo terminé asesinándolo.
Su recuerdo me perseguiría por siempre, no tenía dudas. Décadas más tarde, todavía me arrepentía por ello. En su momento, no consideré el peso que su muerte traería a mi existencia. Estaba orgullosa de que, siendo diferente a mí, Edward consiguiera ser mejor que la mayoría de nosotros.

Al escucharme, Edward me miró preocupado, sabiendo exactamente en qué estaba pensando. Luego de tantos años, no tenía caso fingir que no nos conocíamos a la perfección.

—Eso fue hace mucho tiempo— respondió en su lugar, envolviendo mi mano con la suya, intentando consolarme, cuando debería ser al revés—. Estoy seguro que ahora podrías llevarlo mejor, ya sabes, todos tenemos un pasado, ¿No es así?

Inevitablemente le sonrio, agradecida de tener su empatía, incluso conociendo mi lado tan obscuro. Previendo cómo me siento, Edward pasó un brazo por mis hombros, acercándome más a él. En respuesta, suelto algo parecido a un suspiro y me acurruco más contra su sólido costado, no es por frío ni nada parecido, por supuesto, pero me gustaba pensar que tenernos cerca nos resultaba reconfortante a los dos.

Crepúsculo Encontrarte (En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora