Imposible Olvidar

Capítulo 23: En busca

Los días pasaban, las hojas caían de los árboles anunciando el otoño; luego transcurrían los meses y los árboles se veían rejuvenecidos y con un espesor verde en su ser. Así fue pasando el tiempo en Allentown. Yo ya no supe más de Emily en todo ese tiempo. ¿Me había olvidado de ella?, la respuesta es tan sencilla y evidente. El olvido era algo imposible hasta de mencionar para mí. Sentía culpa en mi interior y cada día que pasaba era un calvario más al sentirme lejos de lo que amaba ciegamente. Me sentía atado, privado de libertad, creía que lo mejor para mi vida era estar lejos de Emily para tener intacto en mi memoria el recuerdo de mi gran amigo. Mis padres y amigos se cuestionaban sobre cómo era posible que yo dejara ir a la mujer que siempre amé, a la que siempre le mostré cariño e interés. Pero eran preguntas que simplemente quedaban en el aire, sin respuesta alguna.

Me dediqué a lo mío. Encontré un trabajo que me permitió sostenerse y apoyar a mis padres. Pero ya no seguí más la universidad, mi sueño se había frustrado hace mucho. Desde hace mucho tiempo ya no socializaba con mis conocidos. Mi vida se convirtió en un círculo de rutina entre el trabajo y mi casa, ya no hacía nada más. Por las noches veía los mensajes que antiguamente Emily me mandaba, cuyos mensajes quedaban siempre sin respuesta, obviamente era algo inusual responderlos ahora.

Julie y Clayton se consagraron como un gran matrimonio. Seguían manteniendo cierta cercanía conmigo. Pero era yo el que de una u otra manera encontraba la manera de evitarlos. Los Burgesandler se habían unido más que nunca, eso les dio fuerzas para soportar la ausencia de su ser querido durante los últimos meses. El recuerdo de Michael ondeaba por todos los pasillos de la mansión, la cual se sentía tan vacía ahora. Para Deborah y Vincent era un consuelo mayor tener cerca a su hija en todo momento, de otro modo habrían sentido más profunda la soledad.

Todos los días al ir caminando por la calle, yo guardaba la esperanza de ver repentinamente a Emily, por coincidencia nada más. Pero fue algo que jamás pasó. Jamás la volví a ver desde el día en que ella se presentó en mi casa. Siempre revisaba su perfil en internet, queriendo indagar sobre qué había pasado con su vida, pero jamás se actualizaba dicho perfil, eso daba a comprender que ella ya no frecuentaba ese sitio. Definitivamente me sentía arrepentido de mis actos. A mi mente llegaban muchos pensamientos, muchas ideas de lo que pude haberle dicho a Emily para expresarle mi amor, o de lo que debí haber hecho para no alejarla de mi vida como prácticamente lo había hecho. Pero ya todo era inútil, lo peor que puede pasarle a alguien es arrepentirse de algo que nunca hizo, algo que nunca se atrevió a hacer o a expresar. Ese sentimiento me seguía a donde sea que fuera. Incluso en el trabajo no podía vaciar mi mente. Pedía consejos a mi madre de cómo hacer para olvidar algo que reprimía mi corazón, pero al hacerlo no daba señales de que precisamente se tratara de Emily. Todo lo hacía en referencia de suposición. Por las noches al acostarme y tratar de dormir, me preguntaba si ella se sentía igual, o quizá para ella había sido fácil olvidar.

Algo que hacía frecuentemente era visitar la tumba de Michael. Lo hacía con mucho sentimiento. Llegaba y me sentaba a pie de la lápida y pasaba minutos e incluso horas en el lugar. Ese momento era el mejor para quedarse y pensar todo con calma, reflexionar sobre qué hacer con mi propia vida de ahora en adelante. La soledad era mi mejor consejera.

Un día, estando el ahí sentado a pie de la lápida, una compañía llegó.

—Hola Zack, no creí que estuvieras aquí—Deborah llegó en ese preciso momento.

—¡Hola señora Burgesandler! Recientemente llegué.

—¿Quieres que te deje solo un momento?

—¡No! No se preocupe... es buena la compañía.

A Deborah le agradó la respuesta y se quedó ahí conmigo. Ella llevaba en sus manos unos muy vistosos adornos florales. Ella era la que más frecuentaba ese lugar.