Luciana estaba ansiosa, demasiado, se podría decir. Estaba sentada en el sofá de la sala de su apartamento a punto de morderse las uñas, quería que en ese mismo instante entrara el hombre quien le quitaba el sueño; con el que se quedaba hablando por celular hasta tarde de la noche.
Quería verlo, sentirlo, besarlo, quería estar con él.
Tenía veinte días que no lo veía, veinte días en los que había extrañado sus palabras, sus besos, sus caricias. Veinte días en los que había pasado hablando solo por celular con él, veinte días en los que había estado inventando una manera de dejar su trabajo a un lado y viajar hasta donde él estaba aún sabiendo que él se había ido única y exclusivamente por motivos laborales, ya que si por él hubiese sido; no hubiese viajado.
Y es que ella le había preparado una sorpresa, se emocionó tanto cuando él le comentó que ya había solucionado todo, que iba a regresar e iba a llegar primero a verla que quiso preparar algo para su llegada. Había hecho la cena ella misma, lo cual era raro, ya que no le gustaba la cocina pero a aquel hombre si le gustaba como cocinaba ella, y por eso lo había hecho. Se había arreglado lo mejor que pudo; un hermoso vestido azul, el color favorito de él, amarrado al cuello y que le llegaba hasta medio muslo. Acompañados con unos tacones negros que compró con él, el día de navidad.
El timbre sonó y Luciana se levantó de golpe, su corazón se aceleró más de lo que estaba y fue directo a la puerta con la ilusión de verlo. Pero al ver al portero del edificio con una amable sonrisa y con un sobre en la mano, se decepcionó un poco.
- Buenas noches, señorita. - Saludó el portero.
- Buenas noches, Carlos ¿Como está? - Respondió amable.
- Bien, muchas gracias. ¿Y usted? - Luciana solo sonrió a modo de respuesta, cualquiera con su sonrisa podría imaginarse que estaba entusiasmada. - Han dejado esto para usted en portería. - Le entregó el sobre.
Frunció el ceño. ¿Un sobre para ella? - Gracias. - Musitó finalmente, el portero solo afirmó con la cabeza y se retiró.
Luciana cerró la puerta y caminó de nuevo hasta su sofá mientras abría el sobre.
" Luci, se que te había dicho que volvería hoy, incluso sé que me estás esperando, pero no voy a llegar, - Luciana sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas al leer las palabras de aquel hombre que había estado esperando. - y no porque no quiera sino porque un inconveniente de último momento se me ha presentado. Sé que probamente no me llamarás de lo enojada que te pondrá leer esta carta, - Bufó sabiendo que tenía razón, estaba enojada, y mucho, él le había dicho que volvería. - por eso quiero que abras la puerta... ¡Pero que la abras! " - Arrugó aquel pedazo de papel y se dirigió a abrir la puerta.
Pensó en porqué la iba abrir si total él ni sabría, pero se imaginó que tal vez le había mandado un presente para disculparse, unas flores, quizá. Pero cuando abrió la puerta y lo vio a él ahí, con una enorme sonrisa... Todo enojo desapareció.
- ¿Pensaste que en verdad no vendría? - Preguntó él aún sonriendo.
- ¡Matías! ¡Mi amor! - Luciana sonrió y se abalanzó a él fundiéndose en un profundo abrazo para luego darle un beso. Y no cualquier beso, era un beso de alegría, de emoción por volverse a ver.
Esos veinte días habían sido una tortura para ambos.
La lengua de Matías recorría cada milímetro de la boca de Luciana, esa boca que tanto le gustaba besar. Le estaba diciendo en ese beso que la había extrañado tanto como sabía que ella lo había extrañado a él.
Se separaron por falta de aire, se vieron a los ojos y sonrieron. - Sabes que te extrañé ¿Cierto? - Musitó él acunando el rostro de Luciana.
- Yo te extrañé más. - Sonrió y se estiró un poco para alcanzar la boca de este y darle un beso un poco más corto que el anterior. - Aunque al leer esa carta, juro que pensé en matarte.
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Amantes Legendarios.
RomanceSi tan solo Matías no se hubiese casado, o si Luciana hubiese llegado antes a la vida de Matías, todo hubiese sido diferente, pero como las cosas se dieron de otra manera, viven un amor a escondidas; son amantes.