Capitulo cuatro: Unas cuantas verdades.

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Luciana salía de trabajar, ella era veterinaria y trabajaba en un exitoso hospital veterinario en el centro de la cuidad. Era la hora del almuerzo, pero en vez de ir a almorzar a la cafetería del hospital como hacía casi todos los días, tomó su auto y se fue a la farmacia: necesitaba comprar el postday. Estaba a tan solo tres cuadras de esta cuando recibió la llamada de su hermana. 

Aprovechó que el semáforo estaba en rojo y contestó.

- Hola, muñeca. - Saludó.

- ¿Dónde estás? - Preguntó su hermana.

- Si claro, yo estoy bien ¿Y tú? - Luciana hizo notar su sarcasmo y su hermana rió.

- Ay bueno, es que estoy en el terminal de transportes, pásame a recoger.

- ¿Qué? ¿Ya estás aquí? ¿Por qué no me avisaste antes? 

- ¿No puedes pasar por mi? 

- No. - Luciana tuvo que poner su auricular porque el semáforo había cambiado a verde. - Digo, si. Ya voy en camino.

- Aquí te espero. - Luciana llegó a la farmacia, compró el postday y fue a toda la velocidad permitida, a buscar a su hermana. 

 *

- ¿Todas estas maletas? - Preguntó Luciana mientras ayudaba a su hermana a subir las tres maletas al auto.

- Ay floja, que no son tantas.

Luciana alzó una ceja. - Si claro.

- Bueno, no sé qué vamos hacer así que quise traer mucha ropa por si acaso.

- Ya veo. - Ambas rieron y se dieron un abrazo. - Me alegra mucho que estés aquí, Ana.

- A mi también. Gracias a Dios que me dieron vacaciones. 

Ambas subieron al auto.

- ¿Y mamá, como está? - Luciana puso en marcha el auto.

- Bien. Intenté convencerla de que viniera, pero ya sabes cómo es ella.

- ¿Y todavía anda de amores con el señor del último piso? 

- Siiii, y no te imaginas. - Ana rió alto. - Le propuso vivir juntos.

 - ¿Qué? - Luciana abrió los ojos como plato por la sorpresa.

- Si. Mamá le dijo que no, ya sabes, pero se queda de vez en cuando en su casa. 

Las hermanas rieron. Ellas adoraban ver a su mamá feliz, y el señor que vivía en el último piso del edificio donde vivía ella con Ana, si que la hacía.

Luciana llevó a su hermana a almorzar a un agradable restaurante y hablaron un poco sobre su mamá y sobre ellas. Luciana se preocupaba mucho por su hermana, ya que era su hermana menor y aunque todavía peleaban como dos niñas chiquitas cuando estaban en casa con su madre, la quería mucho. 

 *

- Bueno, bienvenida a mi humilde morada. - Musitó Luciana mientras abría la puerta de su apartamento.

- Esperaba encontrarme con un hombre aquí. - Dijo Ana mientras entraba.

- ¿Si? ¿Por?- Preguntó Luciana divertida mientras entraba las maletas. 

- Pensé que ya tenías marido y no nos habías dicho. Pero por lo que veo te vas a quedar a vestir santos.

Luciana rió. - Pues me voy al reino de los cielos. 

Amantes Legendarios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora