Capitulo dos: Flor pálida.

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Matías llegó al apartamento donde vivía con su esposa. Luego de pasar la noche con Luciana, en la mañana se despidió de ella con la esperanza de volver a verse pronto, él tenía que regresar a su casa con su esposa y ella... Bueno, ella seguir como siempre.

Al girar la llave para que la puerta abriera, entró y quedó sorprendido, no esperaba esa visita.

- Buenos días. - Saludó.

- ¿Matías? - Habló Sandra, su esposa, mientras corría hasta él y le daba un casto beso en los labios. - ¿Por qué no me avisaste que vendrías hoy? 

- Te quería dar una sorpresa. - Mintió. - Pero el sorprendido soy yo. - Miro a la intrusa, corrección, a su suegra. Que estaba sentada lo más elegante posible en su sofá. - ¿Como está señora María?

- Bien. - Respondió la susodicha sin expresión en el rostro. 

- Me alegra mucho. - Sonrío falsamente. 

- Mi vida me hubieras avisado y hubiese pasado por ti al aeropuerto, mi mamá llegó apenas hace una hora, hubiese ido por los dos. 

 - No te quería molestar. - Le sonrío a su esposa.

- ¿Y bienes del aeropuerto? - Preguntó María.

- Si señora.

- Que raro. - Matías y su esposa fruncieron el ceño. - Tienes aspecto de todo menos de venir del aeropuerto. Pareciera como si hubiese llegado... No sé, tal vez... ¿Ayer? - María conocía bien a los hombres, o eso creía luego de haberse casado tres veces en sus cuarenta y tantos años, y sentía que sabía cuando un hombre mentía.

- ¿Por qué lo dice, señora? - Respondió Matías levantando una ceja y sorprendiéndose de la intuición de su suegra.

- Ay mamá, no ves que viene llegando apenas, además ¿Qué aspecto se puede tener? De aquí a donde él estaba hay tan solo una hora y media en avión.

- Bueno, con su permiso me retiro. - Matías arrastró su maleta hasta su habitación y pensó de que en realidad le caía mal a su suegra, pero el sentimiento era mutuo, así que no le afectaba. - ¡Si que le sirvieron los tres matrimonios que tiene encima! - Habló para él mismo reconociendo que efectivamente su suegra tenía razón en lo que había dicho.

Había estado donde Luciana antes de llegar a su casa y había sido tan diferente. No había punto de comparación en cómo se sentía cuando estaba con Luciana y como se sentía cuando estaba con su esposa.

Él no le avisó a su esposa que regresaría, pero el recibimiento no hubiera cambiado mucho.

- Matías, espero que no te haya molestado que mi mamá este aquí. - Habló su esposa entrando a la habitación. 

- Sandra, sabes que no me molesta, pero me hubiera gustado que me avisaras. 

- Se me olvidó, pero mi mamá solo va a quedar por unos días, y aquí hay dos habitaciones de más, así que puede dormir en alguna. 

- Está bien. - Sandra se acercó a darle un beso y luego salió hasta la sala para ayudar a su mamá a llevar las cosas a la que sería su habitación por unos días.

Matías se fue a bañar y a pesar de saber de que las cosas con su suegra podrían generar problemas, no dudó en pensar en Luciana para olvidarse de todo y de todos. Luciana lo hacía sentir bien, su compañía le daba paz y felicidad, él la quería.  

*

Luciana no sabía ni que sentía al ver las noticias de lo que estaba sucediendo en Peronea, le daban ganas de ir allá y gritarle al presidente lo hijo de puta que era para luego darle una buena paliza... y luego ir presa, claro está. Le parecía muy cruel todo lo que estaban viviendo, no podría siquiera imaginar que pasase eso en su país, si pasaba, ella seguramente sería una de las primeras en salir a protestar, y de hecho por eso no entendía como los militares peroneanos se dejaban dominar de esa manera por el gobierno, ellos se supone que deberían defender su patria, no estar en contra de quienes la defienden. Se preguntaba si alguno de sus ex compañeros de universidad, del trabajo, vecinos la estaban pasando igual de mal. Se sentía impotente al ver las burradas que hacía su presidente,  y las ganas de darle una paliza aumentaban más, por lo que decidió apagar el televisor y la computadora.

Amantes Legendarios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora