<< Matías tenía ya tres cuartos de hora esperando a que el director del hospital veterinario con el cual probablemente firmaría contrato, bueno, si era que salía de esa operación en la que estaba; ya qué era veterinario también, lo atendiera.
En el tiempo que tenía ahí, había visto pasar a una guapa doctora por lo menos unas diez veces, varias personas la llamaban "Doctora González" le pedían que si la orden, que si los medicamentos, que si esto que si lo otro, y ella aún con lo notablemente atareada que estaba; no hacía más que responder de simpática manera.
Podría pasar horas mirando a aquella mujer, su piel blanca, su cabello castaño oscuro y sus ojos que si mal no estaba, eran azules; le hacían ver hermosa. Y al hablar ¡Ay carajo! al hablar Matías pensaba que podía ir y callarla con un beso. Si que hablaba bastante esa mujer, que si los pacientes, que esa no era la forma de tratar a los dueños de los animales, que los papeles de no sé quien, en fin, hablaba de todo y él no sentía ganas de otra cosa que no fuera saborear esos labios.
Se levantó del sofá en el que estaba y vio el consultorio al cual entró la doctora, no se lo pensó mucho y fue hasta ahí.
- Buenas tardes. - Saludó mientras su mente procesaba una excusa del porqué estaba ahí.
- Buenas noches señor Soler, casi que no llega, llevo más de quince minutos esperando a que viniera por su mascota. - Saludó ella un poco enojada, y confundiéndolo. Ni siquiera había levantado la cabeza para ver de quién se trataba.
- Discúlpeme pero es que yo... - Matías quería aclararle que no era el dueño de ese animal.
- Es que nada, usted debería de entender que una mascota es parte de su familia, es como si fuera un hijo, no puede venir y dejarlo en la consulta y luego irse - Ella había estado esperando al señor Soler, él había dejado al perro que en ese momento estaba atendiendo y se había ido a "Contestar una llamada rápidamente" y no había regresado. - Es una falta de respeto para con el animal como para mi perso...
- No soy el señor Soler. - Musitó Matías para que ella dejara de hablar, de atender por un momento al perro y lo mirara.
Ella rápidamente levantó la cabeza y lo vio, había confundido a ese moreno guapo con el señor Soler que le debía doblar la edad y que era tan blanco como el papel.
- Lo...Lo siento. - Musitó finalmente. - Yo pensaba que era el dueño de esta preciosura. - Hizo referencia al animal acariciando su cabeza. - De verdad lo siento. - Mordió su labio y a Matías le pareció tremendamente sexy.
- No se preocupe. - Le sonrió. - Yo solo andaba buscando la oficina del director, y pensé que era esta, pero pues...No lo es, y me perdí. - Mintió.
- Ehh, la oficina del director está en la planta de arriba, pero él está en cirugía, creo que puede esperarlo en su consultorio, no le molestaría.
- ¿Algún número de oficina en especifico?
- Si. El dos cero uno, pero de la parte B, porque la C es aislamiento.
- ¿Perdón? - Matías se volvió un ocho con esa explicación.
- Con su permiso doctora. - Ambos miraron al dueño de esas palabras.
- Señor Soler, casi que no llega. - Respondió ella.
- Lo siento yo me retiro. Con permiso. - Matías salió del consultorio un tanto feliz por haber cruzado palabras con esa doctora.
Por otro lado la doctora Gonzales, a la cual ese hombre no le había parecido de malos bigotes, continúo con sus labores, y cuando terminó de atender al señor Soler y a su mascota, que serían los últimos pacientes por consulta ese día; decidió ir a tomarse un café.
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Amantes Legendarios.
RomanceSi tan solo Matías no se hubiese casado, o si Luciana hubiese llegado antes a la vida de Matías, todo hubiese sido diferente, pero como las cosas se dieron de otra manera, viven un amor a escondidas; son amantes.