Capítulo IX "El Poeta Halley"

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-Como no te des prisa llegarás tarde -dijo Adri mientras preparaba un desayuno para él.

-Y no quiero que la profesora María me la lie -dije poniéndome la mochila- luego nos vemos.

Salí de casa veloz como una flecha, estaba reventado después del dia anterior, la fiesta había sido increíble, nunca me habían hecho una fiesta sorpresa y me hacía muy feliz. Esperé a que el monigote del semáforo se pusiera en verde para cruzar. Mientras seguí pensando en lo que pasó ayer... Ese casi beso entre Rebeca y yo fue muy confuso, estuve a punto de besarla pero en el último momento decidí darle un tierno beso en la mejilla, no habría sido buena idea besar a la chica. Por otra parte, pasé cierto tiempo buscando a la chica de los rizos dorados, pero no vino, lo que me desanimó un poco, David en cuanto me vió triste hizo lo imposible por alegrarme, incluso me enseñó un vídeo que tenía en su móvil en el cual salía haciendo el tonto con el hombre sin rostro, David tenía suerte de estar saliendo con alguien tan increíble como Sergio, se notaba lo mucho que se querían. Ojala algún día alguien me quisiera tanto, hubo alguien una vez, pero las cosas no fueron demasiado bien entre Zed y yo... las distancias son muy difíciles de llevar bien, la misma razón por la que lo mío con Carla no fue bien. Nunca me había ido bien en el amor, la gente solía decirme que no me preocupara, que ya llegaría alguien, pero no podía evitar preocuparme, quería poder estar al lado de alguien, que me dijeran que me amaban, poder ver películas abrazados, sería perfecto...

-Eh chico -oí una voz pero no reconocí de quien era, miré a mi alrededor pero no vi a nadie alli- aquí arriba idiota.

Miré hacía arriba y descubrí a un chico de cabellos azabache sentado en la rama de un árbol, tenía un cuaderno en la mano y me miraba atentamente transmitiendo una sensación de frialdad. El chico observó mi desconcierto y bajó del árbol de un salto colocándose justo enfrente de mi y mirándome con sus ojos oscuros.

-Soy César -dijo el chico tendiendome una mano- pero puedes llamarme Poeta Halley o chico azul, lo dejo a tu elección.

-No estoy entendiendo nada -dije mientras colocaba mis manos en la parte posterior de mi cabeza y le miraba atentamente con cierta confusión.

-Veo que no eres demasiado sociable -dijo César bajando la mano que me tendía en señal de cortesia- déjame adivinar, chico de quince años con mal de amores, quizá incluso crees que eres único y que estas sólo en el mundo.

-Dieciseis...

-Lo que decía -continuó diciendo el chico- eres muy previsible.

-Y tu eres un chico solitario intentado llamar la atención y que cree conocer a la gente -dije mientras me enfadada cada segundo.

-Ahi te equivocas cariño, no soy un chico que intenta llamar la atención -comenzó a decir César- y mucho menos creo conocer a la gente, simplemente tengo buena intuición.

-Paso -dije mientras me alejaba de allí.

-Espera -dijo César tomándome de la muñeca y dedicándome una mirada tierna- aún no me has dicho tu nombre.

-¿Esperabas que lo hiciera? -dije yo divertido ante su afirmación.

-Si quieres podemos tomar un café -dijo el chico aun mirándome con sus ojos oscuros.

-Conseguir mi nombre te va a resultar más difícil que un café -dije riendo por su expresión y su cara apenada- pero acepto la invitación.

-Perfecto chico difícil -dijo César con una sonrisa en el rostro.

César me soltó y comenzamos a caminar hacia la cafetería, estaba un par de calles más abajo, por lo que no tardamos en llegar. Había olvidado que debía ir a clase, pero no es que tuviese demasiadas ganas ahora, por lo que me tocaría cargar con la mochila todo el tiempo. César y yo estuvimos hablando, era un chico bastante interesante, más de lo que parecía a simple vista. Nos sentamos y pedimos algo, César por su parte pidió un capuccino con mucha espuma y un toque de canela y yo pedí lo mismo debido a su insistencia. César era intrigante, un chico de diecisiete años estudiando arte, un poeta.

-A los críos les encanta la poesía -dijo mientras me explicaba que les daba clase a niños pequeños- lo mejor es ver su cara de felicidad.

-Esta bien enseñar arte a las nuevas generaciones -dije riendome levemente.

-Enserio, no te haces una idea de hasta que punto -dijo César bastante entusiasmado, en su cara se podía vislumbrar cierta ilusión, se notaba que le gustaba esto- no son los mejores poetas del mundo, pero le ponen tanto empeño... deberías venir un día, no tiene desperdicio.

-Me lo pensaré -dije sonriendo- por cierto, me llamo Lucas.

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