Capítulo XXIV "Adios"

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Y allí nos encontrábamos, los dos malditos rubios tirados en el césped bajo las estrellas. El reloj de mi muñeca marcaba las dos de la mañana pero no nos importaba. Aquella noche había sido la mejor de la historia, no podía creerlo... Bella y yo... es lo que aquel pequeño rubito habria querido... era increíble. Después del primer beso habiamos seguido bailando como si nada hubiera pasado, de hecho nadie se fijó en nosotros. Rebeca al verme junto a Bella se sorprendió, y es entendible, ella había venido como mi acompañante y yo me encontraba allí en medio bailando con la chica de los rizos perfectos y el vestido rojo intenso.

Después de eso nos separamos un rato, yo seguí con mis amigos y Bella se alejó con sus amigas para que Rebeca no se sintiera del todo mal, aún así, la chica del vestido blanco terminó por marcharse. El tiempo restante estuve hablando con Alicia, le conté lo que había pasado y le hice jurar que no lo diría, era irónico que incluso ella estuviera emocionada. Seguí con los chicos hasta que llegó el mensaje... aquel maldito o más bien bendito mensaje...

"Te espero en la escalera de la entrada"

En el mensaje sólo aparecían esas palabras, pero no hacía falta más para que la chica de los rizos me convenciera para salir. Tal y como decía en el mensaje, allí se encontraba la chica. Bella me dirigía una mirada tierna mientras se apartaba de la barandilla en la cuál estaba apoyada y me rodeaba con sus brazos en un precioso abrazo.

-Cuando llegaste me odiabas -dije juguetando con sus rizos- y ahora incluso me besas.

-¡No te he besado! -gritó la chica.

-Claro que lo has hecho.

-Pero tu lo has hecho primero -alegó la muchacha de rizos dorados.

-Eso no es excusa suficiente -solté yo agitando los brazos- anda sigueme.

Tras esto la tomé de la mano y comencé a correr, a lo que ella enseguida se detuvo para darme un golpe por hacerla correr con tacones, así que aproveché que se sentó en un banco y le quité los tacones para acto seguido correr con ellos en la mano.

-¡Si los quieres tendrás que alcanzarme! -grité mientras me alejaba de ella.

-¡Lucas! -gritó la chica mientras comenzaba a correr descalza- ¡te odio!

-¡Bella! -grité yo imitandola- ¡te quiero!

La chica se sorprendió por lo que dije y aumento el ritmo, hasta que llegamos al césped del lago y la chica se abalanzó sobre mi tirándome al suelo en el cual nos encontramos justo ahora, mirándonos el uno al otro, con nuestros rostros separados por escasos centímetros. Desde luego era la mejor noche que podía haber pasado.

Después de un par de horas de locuras y risas mezcladas con algún beso bajo las estrellas, acompañé a Bella hasta su casa y acto seguido volví a la mía. Estaba agotado, pero había valido totalmente la pena. Tras unos minutos, cerré los ojos y caí en un profundo sueño que se alargó hasta que llegó la hora...
Día veintitrés de junio a las ocho de la tarde, todos y cada uno de nosotros vestidos de traje y un pequeño cambio de último momento.

-Lucas -dijo la chica de los rizos dorados luciendo esta vez un vestido negro con detalles dorados- tienes que ponerte conmigo.

-¿Qué? -pregunté confuso- ¿por qué?

La chica no respondió a mi pregunta y me tomó del brazo, al cabo de unos instantes comenzamos a andar, la chica seguía siendo algo más alta que yo, por lo cual destacaba más aún si cabe. La gente nos miraba atónitos, y no era para menos, era nuestra graduación... Tras esto, la chica me tomó de la mano y nos dirigimos a nuestros asientos. Una vez que estuvimos todos, una chica de pelo castaño y un chico teñido subieron al escenario a dar el discurso. Quizá debería estar yo en el escenario en vez de aquel peliblanco tan patético, puesto que la chica y yo habiamos escrito el discurso mientras que su única preocupación era la dirección a la que tenía que dirigir su pelo para salir lo más favorecido posible en las fotos. Una vez que terminaron el discurso, la directora comenzó a llamarnos uno a uno para colocarnos la banda de graduados y darnos el diploma. Era increíble. Nuestro último dia allí.

Recuerdo aún mi primer día, yo era el nuevo y ya desde el primer momento tuve discusiones con la profesora María, mi tutora, aunque poco a poco le cogí cariño. La directora es una mujer increíble, y de hecho, muy comprensible, nada que ver con aquella directora que tuve una vez que no era fácil despegarla de su botella de whisky. Esta directora te servia una taza de té mientras conversaba contigo, era imposible no encontrar una solución a su lado.

Luego se presentaba otro dilema, mis amigos... recuerdo todas las locuras vividas con Alicia, aquella vez que robamos un coche solo porque ella quería rescatar a su hermano, por suerte Pedro está ahora bien en casa. O aquella vez que le pegué a un chico y tuve que huir y por el camino me topé con Zack, el cual me ayudó. También está aquel momento en el que Jasmine me apoyó cuando nadie estaba conmigo, cuando incluso Alicia me creía culpable de todo, Jasmine es un gran pilar. Además hay otros momentos memorables que he presenciado, no como protagonista sino como un mero espectador, por ejemplo aquel flechazo entre César y Rafa. Sería imposible olvidar la fiesta de pijamas que hicimos al iniciar este curso en casa de Natalia, la chica no paraba de insistir y obviamente todos accedimos. Casi lo olvido, recuerdo cuando le tiré la bebida encima a Aria, la chica casi me mata, pero valió la pena, gané dos amigos inseparables. Esas clases en las que era imposible aguantar la risa con Dani. Cantando canciones en matemáticas con Alicia y bailando en lengua con Jasmine. Aguantando que Natalia me hiciera pequeñas trencitas en el pelo, o aquellos recreos en los que todos me rodeaban para que les explicara el tema de historia para el examen de la hora siguiente. Perdería todos aquellos momentos... no quería hacerlo, quería quedarme con ellos, ellos eran mi verdadera familia...

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