Capitulo 3

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Jack Duarte dedicó parte de la mañana a inspeccionar en persona cada una de las villas y habitaciones en las alas de invitados. También recorrió la cocina para cerciorarse de que todo estaba preparado.
Luego, llegó el momento de hacer una última comprobación de los historiales de sus invitados.
Se detuvo ante su escritorio y pasó los dedos por la pila de carpetas que había sobre la ancha superficie de caoba.
Las más gruesas contenían expedientes de los hombres que llegarían a Isla Orquídea en unas pocas horas. Las más finas tenían información de las invitadas.
Las mujeres apenas entraban en su escala de amenazas potenciales... a menos que quisiera preocuparse de las que eran hijas de padrinos de la mafia. Eran los hombres su principal preocupación. Todos eran ricos. Todos poderosos e implacables. Y a todos les encantaba visitar el hogar del máximo jefe criminal. Y si les daba la oportunidad, todos lo matarían en su propia cama.
A algunos los conocía desde hacía años. Con otros intercambiaba a menudo correos electrónicos y videoconferencias. A los únicos a los que había visto cara a cara habían ido a Isla Orquídea. La isla era un estado independiente, sujeto a sus propias reglas, que se basaban en el Código Napoleónico. Culpable hasta que se demostrara la inocencia.
Y pocos hombres, o mujeres, que se ganaban su enemistad tenían la oportunidad de demostrar eso último.
Volvió a abrir la carpeta de Harry De Souza. Jamás había trabajado con él, pero siempre tenía interés en nuevas operaciones para ganar dinero... en especial si no presentaban riesgos para su persona.
Como casi todos en su campo, De Souza se había tomado muchas molestias en ocultar al mundo los detalles de sus operaciones. Pero Jack había descubierto el hecho interesante de que De Souza acababa de trasladarse a territorio vacío por los recientes arrestos de unos importantes jefes del crimen.
Parecía un hombre legal, aparte de que un par de respetados capos de la mafia estaban dispuestos a avalarlo.
Pero había algunos agujeros en su historial... algunos períodos de tiempo no justificados.
¿Condenas en la cárcel? ¿Momentos de incógnito para evitar trampas mortales contra su vida?. Ese era el rumor.
Podía ser o no verdad. Intrigado pero todavía en guardia, había mantenido a De Souza en la lista de invitados... en parte por el desafío de medirse con él. Y en parte por la compañía con la que se presentaría. ________ Contreras.
Abrió la carpeta y observó la foto... como había hecho una y otra vez en los últimos días.
Era un bombón. Morena y con ojos azules. El tipo de mujer que le gustaba para variar de vez en cuando. Ella llevaba más de un año con De Souza. Lo que significaba que el hombre sentía cierto aprecio por ella. Pero, como la mayoría de los hombres, De Souza agradecería alguna diversión nueva.
Sonrió, satisfecho de que todo en su mundo estuviera tal como él lo quería. Listo para sus invitados, que aún seguían en Nueva York, pero que no tardarían en subir a su avión privado. Volvió a clavar la vista en ________ Contreras, y experimentó la placentera reacción de su cuerpo al mirarla. Se preguntó si sería tan hermosa en persona como lo era en la fotografía.


**********
—Es la hora del espectáculo.
La voz de Harry atravesó los pensamientos de ________ al tiempo que la limusina negra se detuvo en la pequeña terminal del Aeropuerto Internacional JFK.
Era una sección de acceso restringido, donde se realizaba la facturación de los vuelos internacionales de los hombres de negocio ricos.
El chófer uniformado apagó el motor y trotó con diligencia para abrir la puerta de ________, como si atender a sus pasajeros fuera el principal placer de su vida. Podía parecer un conductor profesional, pero en realidad era un agente de seguridad entrenado, Derrick James. De hecho, se trataba del hombre al que dejaba a cargo de la seguridad en Industrias Boyer mientras se hallaba en Isla Orquídea.
—Gracias —dijo mientras él depositaba sus maletas de marca en la acera.
Podría haberle asignado la tarea a Eddy Vilard. Pero había elegido a Derrick. Aún no sabía muy bien qué la había impulsado a tomar esa decisión. Eddy siempre había sido competente en el trabajo pero la reunión mantenida con él dos días atrás a última hora la había puesto un poco nerviosa. No dejaba de repetirse que el único interés que lo movía era protegerla a ella. Sin embargo, no le gustaba la semilla de duda que había sembrado en su mente acerca de Harry. Y no podía dejar de preguntarse si los motivos estaban viciados. Quizá a él no le gustaba la idea de que trabajara de forma tan íntima con otro hombre y había decidido socavar esa relación. Tendría que profundizar en las motivaciones en cuanto regresara.
Y le había asignado una misión especial. Debía investigar a todo el mundo sospechoso de haber ayudado a Caroline a escapar. Y sabía que sería mejor que encontrara algunas respuestas para cuando regresara.
Vio que Harry la estudiaba con curiosidad. Alzó el mentón y le ofreció una sonrisa que centelleaba con falso entusiasmo.
—Oh, esto es tan excitante —dijo para los oídos del ayudante uniformado que colocaba su equipaje en un carrito. Probablemente también fuera un agente entrenado. Aunque en vigilancia y asesinatos.
Al llegar al mostrador, Harry sacó una billetera del bolsillo de los pantalones beige hechos a medida y eligió un billete de veinte, que le entregó al hombre.
—¡Gracias!
Desde la camisa azul y blanca de golf hasta los mocasines italianos, Harry parecía exactamente lo que aparentaba ser: un hombre con dinero para satisfacer todos sus caprichos.
Ella llevaba un vestido de color amarillo limón con demasiado escote trasero y delantero como para permitirle un sujetador, pero al menos la chaqueta a juego le brindaba la sensación de estar un poco tapada.
Las manos estaban adornadas con cuatro anillos caros. Harry había vetado las medias, de modo que tenía las piernas desnudas y los pies enfundados en unas sandalias de doscientos dólares.

Compañeros de TrabajoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora