Capitulo 4

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  Al atravesar los cincuenta metros de pista ardiente, Harry catalogaba detalles e impresiones. El calor. Los guardias. La gente que lo rodeaba.
Pero por encima de todo, era consciente de la mujer que tenía al lado. Sabía que estaba tensa. Por desgracia, él era culpable en parte. Debería haber apagado esa película porno al descubrir lo que era. Pero algo le había frenado la mano. Había querido ver la reacción de _______. Descubrir si denotaba la misma sobrecarga sexual que él.
Lo había estimulado descubrir que estaba tan encendida y necesitada como él. Pero en todo momento había sabido que trabajar con ella iba a representar una distracción enorme. Era uno de los motivos por los que había querido que se quedara en casa.
Cerró la mano sobre la correa del bolso. Adrede centró su atención en los guardias emplazados en los puestos en las esquinas del tejado del edificio. Una interesante exhibición de fuerza de un hombre que le daba la bienvenida a un grupo de amigos a una fiesta celebrada por él.
Tal vez amigos no. Dudaba de que Jack Duarte tuviera camaradas. Pero las ametralladoras hablaban de la seguridad de la isla.
Lo divirtió notar las reacciones variadas de las personas a su alrededor mientras reducían la distancia que los separaba de los guardias. Los hombres se irguieron más. Las mujeres, incluida _______, se acercaron a los hombres, como si los cuerpos masculinos pudieran protegerlas de las balas.
Uno de los miembros del ejército privado de Duarte se hallaba a la entrada del edificio hacia el que se dirigían. Harry había estudiado su insignia y supo que se trataba de un teniente. Un rango demasiado elevado para hacer de portero, lo que significaba que se encontraba allí por motivos más que ceremoniales. Estudiaba a los recién llegados y más tarde se le solicitaría su opinión.
Al aproximarse el primero de los invitados, el teniente se cuadró y abrió una pesada puerta de metal en la que ponía Control de Pasaportes y Aduana; la sostuvo con indiferencia a medida que pasaban todos.
Harry estudió el interior de la aduana. Lo que vio fue un cuarto de techo bajo, con un suelo de cemento y paredes de metal corrugado, que podría haber estado construido en cualquier país del Tercer Mundo.
Todo un contraste con el lujo de la sala de espera de Nueva York. Se preguntó qué habría pensado Caroline Boyer al pasar por ese espacio sombrío.
Aunque no creía que la joven hubiera estado en disposición de analizar su entorno. Según la información de que disponía, había estado drogada al entrar en la isla.
Por un momento, Harry no pudo desterrar la imagen de que Duarte había invitado a esos mañosos para eliminar a la competencia.
Quizá esa intuición también había invadido la mente de _______, porque Harry sintió que pegaba el hombro contra el suyo.
Se obligó a esbozar una sonrisa arrogante.
—Pronto llegaremos a la parte buena. Nuestro anfitrión solo quiere dejar una cosa clara.
-¿Qué?
—Que sabe hablar de negocios... cuando le apetece.
—Mmm —respondió ella, y alzó la vista para mirar una de las videocámaras que grababan toda la escena.
Él estudió la fina capa de transpiración en la cara de _______.
—Probablemente tengas calor —murmuró—. ¿Por qué no te quitas la chaqueta y te pones cómoda?
—Sí. Tienes razón.
Mientras lo hacía y se la acomodaba debajo de un brazo, una voz salió de los altavoces.
—Tengan preparados sus pasaportes. Pueden hacer una fila con sus acompañantes, de cara al mostrador que hay en el extremo de la estancia.
Los pasajeros fueron de dos en dos como animales conducidos al Arca. Harry dejó que otros pasaran delante y se situó con _______ aproximadamente en el centro del grupo, desde donde podría observar el procedimiento antes de que les llegara el turno. Vio con interés cómo un funcionario uniformado le hacía una serie de preguntas a Niall Horan y a su querida.
Luego, les inspeccionaron los bolsos de mano. Al final fueron conducidos hacia una pareja de guardias, uno varón y la otra mujer, que pasaron detectores de metales por sus cuerpos. Cuando los aparatos sonaron, a Horan le quitaron el teléfono móvil y su GPS.
Mientras el traficante solicitaba que le devolvieran sus cosas, Harry se preguntó si el imbécil pensaba que lo iban a dejar entrar con un equipo de comunicaciones.
—Lo siento, señor —respondió el encargado—. Si desea realizar una llamada al continente, disponemos de excelentes instalaciones que estarán a su entera disposición.
«Excelentes y supervisadas», reflexionó Harry.
Los siguientes fueron el idi*ota de los lavabos en el avión y su amiga. Harry notó que el tipo estaba nervioso. Resultó que con buen motivo. Pasaron la sesión de preguntas y respuestas, pero al llegar el turno del detector de metales, los guardas encontraron algo un poco más significativo que un teléfono y un GPS. El idi*ota llevaba una funda al tobillo con una pistola de calibre pequeño que al parecer no había sido detectada en Nueva York. Quizá adrede. Tal vez Duarte quería hacer valer su autoridad en su propio terreno.
Y el inspector no solo se la requisó. Activó una alarma, y cuando un sonido de campanas llenó la estancia, más guardias armados se materializaron desde una puerta en el costado del recinto.
Una vez más el señor «Sexy» y su acompañante se convirtieron en el centro de atención, aunque en esa ocasión el tipo no se pavoneaba. Un guardia fornido lo tomó del brazo y se lo llevó con rapidez de allí. La chica fue detrás. Intentó resistirse, pero los guardias la obligaron a continuar y lo último que vio Harry fue el temblor de sus hombros de color rosa.
Harry sintió pena por ella y pensó que se había unido a la persona equivocada.  

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