Capitulo 2 Pt. 2

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— ¿Yo qué?

—Tu primera vez.

La invadieron unos recuerdos no deseados. Tenía dieciséis años. Una mala edad para tomar decisiones sexuales. Había estado saliendo con Ben Hemsley y temido que fuera a perder interés en ella. Era un chico rico cuyos padres eran amigos de la familia Boyer. Y ella era la hija de un empleado.

Le gustaba fingir que encajaba en su estilo de vida. De modo que cuando él comenzó a presionarla para llegar hasta el final, aceptó. Quedaron en el cobertizo de la mansión de sus padres, para lo que resultó ser una experiencia dolorosa y nada romántica. Demasiado rápida. Y humillante... al menos para ella. Ben se había regodeado de su conquista, y ella se había sentido barata y utilizada. Después, juró que ningún hombre volvería a aprovecharse de ella de esa manera.

Hasta esa noche. Hasta Harry.

«Eso no es justo», corrigió. Quizá hubiera necesitado un empujoncito, pero había estado más que preparada.

Bebió otro poco de vino y trató de desterrar esa vieja escena. Era algo en lo que raras veces pensaba. Pero Harry se la había hecho revivir.

Él aún esperaba que ella dijera algo. Con la mano cerrada en torno a la copa, contestó su pregunta.

—No creo que tu amante esté dispuesta a compartir esa experiencia particular contigo.

La observaba con inquietante intensidad. _______ deseó ser más experta en ocultar sus emociones. Incapaz de soportar su escrutinio, se sirvió más vino y se bebió media copa de un trago.

—Ve con cuidado —comentó Harry con suavidad—. Debes mantener la cabeza despejada.

— ¿Para qué?

—Para estudiar el material que he traído. Quizá deberíamos empezar con algunas ayudas visuales.

Se alejó de ella y _______ suspiró aliviada por ese momento de privacidad.

Harry rebuscó entre las carpetas de la mesa y sacó varias fotografías, que le entregó.

Todas mostraban al mismo hombre. Algunas eran en color y otras en blanco y negro. Casi todas se habían sacado con teleobjetivo.

—Supongo que se trata de Duarte.

-Sí.

Estudió al señor Duarte. Era delgado y llevaba el pelo bien recortado. Tenía las mejillas hundidas y los labios finos. No exhibía nada notable... si se descartaban esos ojos penetrantes. Parecían mirarla, hurgar en sus secretos más profundos.

Sería un oponente formidable. De eso no le cabía la más mínima duda. Tener su propia isla lo haría arrogante... e implacable.

—No hay muchos hombres que puedan permitirse el lujo de tener una isla —comentó—. ¿Cómo lo consiguió?

—Heredó. Su padre, Bruce Duarte, vio el potencial de los accesorios eléctricos cuando la industria se hallaba en pañales. Comenzó a fabricar cosas como aspiradoras, tostadoras, planchas eléctricas, radios. Cosas que hacían la vida más fácil y agradable para quienes podían permitírselas. Explotó la corriente hacia el consumismo. La visión de Jack de la Humanidad era, es, más sombría. Él vio el potencial de la corrupción. Juego. Drogas. Prostitución. Su inventario es la fragilidad humana. El FBI lo perseguía y solucionó sus problemas estableciéndose fuera del límite territorial, donde no pueden tocarlo.

—Pero ¿por qué va tras la hija de Stan Boyer? Quiero decir, ¿de qué conoce a Stan?

—De hace tiempo. Sus padres fueron rivales de negocios, y parece que Boyer lo dejó al margen de unos lucrativos contratos cuando buscaba modos legítimos de blanquear su dinero sucio. Es una pena que Caroline se viera atrapada en medio.

_______ asintió. Al dejar las fotos en la mesa, Harry extrajo una hoja grande de papel. Era una vista aérea a color de Isla Orquídea.

Al leer la leyenda, vio que la isla tenía once kilómetros de largo por tres y medio de ancho. Coca del extremo oriental del rectángulo irregular, una montaña con forma de cono se alzaba entre una tupida vegetación.

La construcción se encontraba en el extremo occidental, que había sido despejado de su selva natural y decorado con exuberante flora tropical. Dominando una vista de la playa más ancha había un edificio que daba la impresión de ocupar varios acres. Tierra adentro, una serie de bungalows se alineaban a lo largo de caminos estrechos.

Harry se inclinó y señaló un edificio largo y estrecho.

—Esta es la zona de aduanas. La vigilan guardas que sin duda van a revisarnos el equipaje. Duarte nos someterá a custodia como encuentre algo que figure en su lista de artículos prohibidos.

— ¿Significa eso que no podremos introducir un transmisor? Si no podemos solicitar ayuda, ¿cuáles son nuestros planes para salir de la isla? ¿Tendremos que robar un bote?

—He sopesado los riesgos y tos ventajas. Creo que podremos meter equipo de comunicación si lo escondemos en tus artículos de maquillaje.

—De acuerdo.

—Y, desde luego, será imposible que podamos enviar un mensaje largo. Nos detectarían. Tendrá que ser una transmisión comprimida. De ese modo, el enemigo no podrá localizar el emplazamiento de la radio.

Asintió. «El enemigo», pensó. «Sí, Duarte es el enemigo».

Harry señalaba un grupo de edificios levantados en terrenos allanados.

—Algunos de los invitados se alojan en estas villas. Si las cosas salen bien, nos asignarán una.

— ¿Mejor para una huida rápida? —preguntó ella.

—Sí. Y son una muestra de rango. Solo los invitados más altos las reciben. A propósito —continuó—, he elegido nombres para nosotros. Yo voy a ser Harry De Souza. Tú _______ Contreras. Acostúmbrate a él.

—Lo haré —guardó silencio un momento—. Pero ¿no va a saber que son identidades falsas? ¿No nos investigará... igual que nosotros lo investigamos a él? Quiero decir, no me creo que no sea muy cuidadoso sobre quién entra en su país privado.


Compañeros de TrabajoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora