Capitulo 3 Pt. 3

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  Con una mezcla de alivio y expectación, _______ recogió el neceser, donde guardaba algo más que maquillaje. Oculto en los lados y fondo acolchados se hallaba el transmisor que necesitarían para avisar al transporte cuando hubieran localizado a Caroline.
Pensar en Caroline le provocó una repentina punzada de dolor. Ya había pasado una semana desde la última información recibida sobre la hija de Stan Boyer, de modo que debían estar preparados para cualquier cosa.
Harry debió de verla tiritar, porque le pasó un brazo por los hombros.
—Ya te lo he dicho, cariño, volar es más seguro que cruzar la calle.
—Sé que tienes razón —logró contestar—. Pero no puedo evitar ponerme un poco nerviosa cada vez que pienso en el despegue y el aterrizaje.
—No te agobies. Pediremos una copa de vino en cuanto estemos sentados.
Atravesaron la pasarela y entraron en el avión. _______ contuvo el aliento al ver la decoración. El interior se parecía más a un club nocturno que a un avión. Los asientos suntuosos estaban tapizados con una tela anaranjada y púrpura y distribuidos en filas que se miraban entre sí, con mesas pequeñas fijadas en medio.
No había asientos asignados. Las parejas eran libres de ocupar los asientos que desearan. Varias ya se habían puesto cómodas. Como en la sala de espera, cada una marcaba su propio territorio. Al parecer, nadie en ese grupo era extrovertido. O no confiaban en los demás para entablar una conversación superficial.
Harry la condujo a la parte de atrás, sin duda porque eso le brindaba la oportunidad de observar a los demás. Al sentarse, _______ descubrió que incluso había un reposapiés que sobresalía de la estructura del asiento.
Cuando el avión avanzó por la pista, descubrió que luchaba contra un ataque de pánico.
—¿Todo bien? —murmuró Harry, apretándole la mano.
Ella giró la cabeza y lo miró a los ojos. En ellos vio determinación mezclada con pesar.
¡Aún no la consideraba la mujer apropiada para el trabajo! Pero mostraría a Harry Styles de qué estaba hecha. Adrede, se relajó, fingiendo que se preparaba para la experiencia más maravillosa de su vida.
En cuanto alcanzaron la altitud de crucero, un par de auxiliares de vuelo con faldas cortas, blusas con escote y medias de red salieron a preguntarles qué deseaban beber.
Ella pidió vino blanco. Harry un ponche isleño; para empezar a divertirse, explicó en voz alta. Bebió el vino a pequeños sorbos y sintió el líquido frío deslizarse por su garganta. No era una experta, pero el vino tenía un sabor de máxima calidad.
Quince minutos más tarde, se sentía más relajada. Tanto, que no pudo evitar una pequeña travesura. si Harry podía provocarla en la sala de espera, ella podría hacerle lo mismo allí. Le sonrió con picardía, deslizó la mano por su muslo y comenzó a acariciarle la tela fina de los pantalones. Fue evidente que él no había esperado algo así, porque notó cómo se le tensaban los músculos. La reacción le produjo una gran satisfacción. Le demostraría lo bien que podía encajar.
La distrajo el hombre fornido con la cara marcada al inclinarse sobre la rubia con la ropa de color rosa para susurrarle algo.
La mujer se ruborizó y negó con la cabeza. Pero él volvió a hablar, en esa ocasión con expresión dura. La otra se puso pálida. Se desabrochó el cinturón de seguridad y avanzó por el pasillo con la vista clavada en el suelo ante las miradas curiosas de los demás.
Probablemente todos habían presenciado el pequeño intercambio y se preguntaban qué sucedía.
La vio entrar en los lavabos que había justo frente a ellos dos. Aunque cerró la puerta con firmeza, no encajó el cerrojo.
Momentos más tarde, el otro se puso de pie y la siguió, entrando para echar el cerrojo a su espalda.
_______ clavó la vista en la puerta, y luego se ruborizó al oír una risa masculina procedente del interior del lavabo. Una risa muy satisfecha... que terminó con un gemido.
Un momento más tarde, _______ se ponía rígida al oír un gruñido del otro lado de la puerta. Siguieron otros sonidos, que, por desgracia, pudo interpretar con precisión. Sintió que el rostro se le encendía.
Se sentía abochornada por la mujer que estaba dentro del lavabo. Y por sí misma... al verse obligada a soportar los sonidos íntimos procedentes del otro lado de la puerta. Al sentir la mirada de Harry, mantuvo los ojos apartados. Pero giró la palma de la mano hacia arriba y le apretó la suya con fuerza, como si pudiera rescatarla de la impotente desazón que no debería sentir.
Se preguntó con qué clase de gente se había mezclado en ese vuelo.
Y reconoció que era una pregunta *beep*. Estaba con un puñado de mañosos que no se regían por las reglas normales de la sociedad, y todos ansiosos por ir a Isla Orquídea, donde tampoco había reglas, salvo las de Jack Duarte.
La puerta se abrió y mantuvo la vista baja mientras el tipo salía con una sonrisa complacida en la cara y regresaba a su asiento. Pasaron cinco minutos antes de que la mujer lo siguiera, con la cabeza gacha y las manos pegadas a los costados. _______ supo que por dentro se moría de vergüenza porque todo el avión supiera lo que había hecho.
—Vamos a bajar las luces de la cabina para que puedan disfrutar de nuestra excelente selección de películas en las pantallas de televisor individuales —anunció una de las azafatas—. Pero si prefieren leer, los controles para las luces de lectura están en los reposabrazos de sus asientos.
_______ no creyó que pudiera concentrarse en la palabra escrita. Harry debió de considerar lo mismo, porque se adelantó y alargó la mano hacia un brazo que extraía una pequeña pantalla de televisión delante de ellos... situada para que no pudiera verse desde el pasillo.
—Veamos que hay —sugirió.
Sin aguardar una respuesta, sacó el mando a distancia que había en el reposabrazos; luego, le pasó un juego de auriculares, que ella se puso. Cuando apareció el menú, _______ leyó los títulos, sin reconocer ninguno.
Harry encontró un espectáculo y observó la imagen que cobró vida. Un hombre y una mujer estaban en un dormitorio moderno y severo, con tonalidades de gris y malva. Pero la cámara se centraba en la pareja que había de pie en el centro de la alfombra mullida. Ella llevaba un camisón transparente que no ocultaba los círculos oscuros de los pezones ni el triángulo de vello en la unión de las piernas. Él estaba desnudo y se lo veía desde atrás, todo músculos poderosos, nalgas compactas y piel bronceada.  

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