Capitulo 10

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   Capitulo 10

—Día 121—


   El científico mantenía su mirada sobre la figura completa de Izaya, su mirada no bajaba de intensidad y Shizuo estaba dispuesto a defender al menor de cualquier locura que Shinra dijese.

   El mercenario podía describir la mirada de su amigo como algo siniestro, la mirada de un demente, y sus gafas no hacían más que darle una apariencia más sombría y que causaba genuina desconfianza. En medio de su cálculo, el rubio sintió como Izaya se aferraba a su camisa y trataba de esconderse, encogerse quizá, pero pronto Shizuo le brindó una mirada para que se calmara, y encontró un par de orbes carmesí impregnados en miedo por la presencia ajena.


—Debo llevármelo de aquí— aquella repentina exigencia había sonado ilógica, y sin esperar respuesta Shinra dio un paso hacia el rubio y su mascota.


   Sin embargo, Shizuo reaccionó rápido ante su movimiento. Agarró con agilidad la mano del menor, dejándole por completo a sus espaldas para que Shinra no le viese, y le dedicó una inexpresiva mirada al científico que buscaba mayor cercanía. Izaya no tardó en abrazarse al torso de su dueño, esconder su rostro por completo en la fragancia masculina del guardaespaldas, mientras éste no perdía de vista a su atacante, dispuesto a sacarle del apartamento a la fuerza si era necesario.


—Qué es tan importante como para que repentinamente te quieras llevar a Izaya— ese comentario fue más una orden a que respondiera que una pregunta—. Tu me dijiste que estaba en peligro, y yo juré proteger a este chico de cualquier persona. Hasta de ti.

—¿No confías en mi?— Shinra intentó sonar inocente, pero la sonrisa psicópata que adornaba su rostro no hacía más que alertar al mercenario.

—No me vas a alejar de Shizu-chan— Izaya, molesto, se alejó un par de pasos de su dueño para encarar al castaño. Mostró sus colmillos intentando parecer amenazante, pero sus orejas bajas y cola enrroscada daban a entender que tenía rastros de temor en su delgado cuerpo.


   Shizuo, por un momento, imaginó que Izaya mostraría su instinto salvaje contra Shinra, que le atacaría tal cual felino salvaje, pues nunca le había visto molesto. Aun así dudaba, no sólo del coraje del felino sino de la cordura de su amigo, porque veía claras ganas en Shinra de querer lastimar a Izaya.

   En medio de su distracción, pensando que Shinra finalmente se había rendido, fue que éste dio un par de pasos hacia el felino junto a una mueca de clara locura e intentó tocar a Izaya, quien se defendió al rasguñar la mano que se acercaba a su rostro. Aun así, el azabache temió y tras aquel ataque, dio un par de pasos hacia atrás. Shizuo notó como las pupilas del menor se achicaban y como su piel perdía color.


—Podré hacer lo que quiera contigo.— Comenzó con insistencia el científico— Eres un ser único en tu especie; tengo que ver lo que inyectaron en ti, pequeño.


   Y esa afirmación, esas raras palabras, hicieron que Shizuo frunciera su ceño con cierta confusión. Por otro lado, Izaya sintió como sus 7 vidas se desvanecían lentamente, como su energía se iba, y mientras retrocedía, el mesón se interpuso en su camino y vio atónito como Shinra se acercaba más de lo debido. El azabache sintió que su voz había desaparecido, su instinto animal esfumado y su cuerpo temblaba por verse en aquella posición. Fue allí, en medio del pánico, que vio cuando el castaño sacó una jeringa del bolsillo de su bata.

Un Gatuno AmanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora