Capitulo 14

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Capitulo 14

—Día 170—


   El ceño fruncido de Shizuo y el fuerte agarré de Izaya a su mano, fue lo que hizo que el mercenario cancelara el postre para tomar el papel de enfermero, pues su pequeño compañero se había enfermado en su ausencia y ante sus ojos, era algo grave que afectaba por completo todo su sistema y tranquilidad.

   Shizuo no entendía lo que estaba pasando, no entendía por qué Izaya se había enfermado y por qué sus prendas estaban rasgadas. Notó de inmediato como el chico temblaba de frío y como su cola permacía sobre la cama, sin movimiento y ligeramente erizada. Al parecer, se le dificultaba respirar y de sus labios no salían más que leves balbuceos que el mercenario no llegaba a entender.

   Quería cocinar algo caliente que calmara al menor, que le mantuviese en buena temperatura interna para que pudiese mejorar, pero el azabache se negaba a soltar su mano por más que tuviese poca fuerza.


—Izaya, tengo que darte algo de comer... ¿Desde qué hora has estado aquí en cama?— Exigió saber el mayor, y fue que el susodicho por fin alzó su mirada.


   Izaya se centró en la mirada de su dueño, en los hermosos orbes ámbar pardos que le regañaban, que le miraban con preocupación, y un profundo sentimiento de tristeza invadió su delgado cuerpo. Después de mucho tiempo, no pudo evitar llorar tal cual niño al que le dejaron encerrado en casa, dejando salir todo el dolor que lo hizo pensar todo el día, rindiéndose ante las voces de los demonios que albergaban en su mente.

   Shizuo se apresuró a acobijarle entre sus brazos, ponerle sobre su regazo para que sintiera su calor y volviese en sí. El mercenario no comprendió el repentino ataque del chico, pero detestaba verle llorar con tal tristeza, sin poder consolarle, sin saber lo que le atormentaba, sin saber nada. Eso simplemente le molestaba.


—¡Pérdoname!— Gritaba en medio de sus lágrimas. Sus garras pronto crecieron, se volvieron largas y afiladas, y de inmediato las apartó del cuerpo de su dueño con temor de lastimarle—¡Soy un monstruo! Yo... Yo no soy lo que tu crees, Shizuo— y a pesar de que sus palabras eran confusas para el mayor, éste se negaba a dejarle.

—Qué quieres decir, Izaya...— Quiso saber el rubio mientras acariciaba la cabeza del felino, buscaba cualquier forma de calmarle, de hacerle olvidar todo lo malo.

—¡Mi pasado! ¡Mi pasado me atormenta y no puedo hacer nada para dejarlo!— Esta vez, el azabache aferró sus manos a su torso, y pronto Shizuo pudo notar la sangre que empezó a brotar de las nuevas heridas—. Era una persona mala, era muy malo, y ahora recibo el mejor cuidado de tu parte— sollozaba—, podría lastimarte, Shizuo. Podría arruinar tu vida, ¡Podría hacer cosas malas sin haberlas querido!


   Shizuo entonces mordió su labio, preocupado por la infinidad de locuras que Izaya estaba diciendo. Sabía que el chico decía la verdad, pero todos sus mensajes estaban encriptados y él no sabía cómo decodificarlos. Entonces volvió su atención a Izaya, vio la sangre que empezaba a manchar sus prendas rasgadas, vio el dolor en el gesto del chico y, sin poder evitarlo, alzó la mirada del azabache para que éste volviese a centrarse en su mirada.


—Así me lastimes, no dejaré de quererte—murmuró el rubio sobre los templados labios del felino—, soy inquebrantable, soy fuerte, soy un monstruo, y nada de lo que hagas me hará odiarte más de lo que me odio a mi mismo.

Un Gatuno AmanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora