Capitulo 26

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Capitulo 26

—Día 200—


   Horas antes...

   Tras una explicación de Erika sobre la casa en la que estaban, Izaya logró recordar que ese descuidado lugar le pertenecía hace tiempo, era su hogar y el de sus hermanas. El felino iba caminando al lado de la muchacha mientras ella le contaba las aventuras que habían vivido en aquella vivienda, pero Izaya ya no podía ver ese lugar como su casa.

    El azabache veía las paredes deterioradas con nostalgia, las fotos le traían borrosos recuerdos, su corazón se aceleraba por estar tan cerca de algo tan querido y a la vez no sentir nada. Sin embargo, su sonrisa permanecía en su rostro por las historias de Erika, pero sobre todo por el hecho de que volvería con Shizuo, tal y como ella le había prometido.

   Su alegría aumentó considerablemente cuando Saburo le entregó una navaja de bolsillo, pequeña y con un mango de color negro cuero, que tenía las iniciales de su nombre. Izaya vio aquel arma con cariño y la tomó en su mano, pero sin poder apartar su vista de Saburo, pues no quería sorpresas de su parte.


—Hace un tiempo me la prestaste, era tu favorita y siempre la llevabas contigo— comentó Saburo con seriedad, mirando la navaja y luego al suelo—. Después no te volví a ver hasta estos días, y solo hemos peleado, así que te la devuelvo.— Terminó tras rascar su nuca, el muchacho no tardó en volverse hacia el carro, sin esperar el "gracias" que salió de la boca de Izaya.


   Poco después, con el mal entrecejo de Kadota y las malas caras de sus hermanas, Izaya se montó a la camioneta en el puesto trasero con emoción, ansioso de ver el camino de regreso a la ciudad, de regreso con Shizuo. En cuanto la camioneta comenzó su andar, Izaya no podía evitar su mirada calculadora hacia Saburo, quien conducía tranquilo.


—¿Ocurre algo?— Saburo se dio cuenta de la curiosidad de Izaya en su persona, por ello le miró de reojo con su ceño neutral, esperando quizá que el felino le insultara o le mirara mal.

—Siempre tan frío— rio nostálgico el felino, cosa que impresionó a todos—. Siempre nos sacabas de problemas, es bueno volver a recordarte. Gracias por devolverme la navaja— y tras su comentario, el azabache se acomodó en la ventanilla del carro para fijarse en los árboles del camino.


   Erika miró a Izaya con impresión y rio suave antes de mirar a Saburo, quien quería ocultar la sonrisa que el azabache había causado. Saburo usualmente era un témpano de hielo, calculador y con un humor intimidante, pero ahora estaba tan feliz de que su amigo le recordara, que casi pierde el control de la camioneta. Por otro lado, Kadota sufría un sentimiento confuso, pues le alegraba que Izaya recordara, pero le dolía que no le recordara a él.

   Izaya no tardó en sentirse aburrido, no quería preguntar en qué momento llegarían, pero fue entonces que empezó a ver edificios y supermercados, niños caminando con sus padres y abuelos alimentando aves, eso quería decir que ya estaban por llegar. Y así fue, minutos después Saburo estacionó el carro y Kadota le abrió la puerta a Izaya para que el felino saliese del automóvil.


—Por aquí subimos ese día, hasta el piso 20— Dotachin habló con claridad pero son su mirada baja, pensaba que Izaya le estaba mirando con resentimiento—. El seguro de la ventana es fácil de quitar... Si deseas...— se vio rápidamente interrumpido.

Un Gatuno AmanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora