Capitulo 1

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Capitulo 1

—Día 1—


   El guardaespaldas, con su inmutable ceño fruncido y las manos entre los bolsillos, regresaba a casa luego del trabajo. El cielo se veía gris a estas hora de la tarde y era claro el hecho de que una gran tormenta se desencadenaría en cualquier momento. Del trayecto de regreso, montarse al metro de Ikebukuro era de las peores situaciones en las que se encontraba, la más desagradable, pues al guardaespaldas no le gustaba sentirse rodeado de tantas personas, y menos llenar su traje con el sudor de alguien más. Eran aproximadamente las 5:45 de la tarde, según el reloj de muñeca que el chico llevaba, cuando decidió sacar un cigarrillo y ponerlo entre sus labios antes de encenderlo. Eso le relajaba.

   "Maldición", pensó para si mismo el mercenario, pues su cigarro se había debilitado, siendo ya inservible, por ello lo lanzó al cesto de basura más cercano. La lluvia caía tranquilamente, una llovizna, y el rubio no se preocupaba en acelerar su paso. Las calles estaban tranquilas y casi desiertas, y lo único que a Shizuo le molestaba, era el no poder fumar por culpa de la lluvia.

   Estando a algunas cuadras de su hogar, la lluvia se intensificó. Fue entonces que algo cayó en su cabeza, algo que era muy pesado como para ser una gota de agua.

   Shizuo se vio confundido al ver una pequeña cola mecerse ante sus ojos, era negra y pequeña, peluda y un poco alargada. Tranquilamente llevó una de sus manos a la cabeza, tocando una pequeña bola de pelos suave y mojada. Agarró lo que sea que fuese cuidadosamente y la acomodó entre sus manos intrigado; no era un hada, pues no tenía alas y era oscuro para ser una; tampoco era un duende ya que era muy tierno como para ser una de esas espantosas criaturas. Detalló mejor a la criatura y una especia de ser felino fue lo que describió, sin embargo, este gatito era más bien un humano con rasgos felinos.

   "¿Qué es esto?", murmuró para su subconsciente. Instantáneamente, el mercenario frunció su ceño tras ver como la pequeña cola había dejado de moverse y la pequeña criatura se hizo un ovillo en su mano a causa del frío, en ese momento, Shizuo recordó que seguía bajo la lluvia y retomo su camino a casa.

   Al llegar, rápidamente acomodó al pequeño felino sobre una toalla y se mantuvo cerca para seguir detalládole: un niño con orejas de gato, pequeñas y negras, y una cola que podría rodearle la cintura, llevaba puesta una camisa roja con una chaqueta negra, la cual podría confundirse con pelaje, y un pantalón del mismo color que la chaqueta. La gran bestia de la ciudad estaba acostumbrada a ver cosas tan inusuales como esas, pero nada que se asemejara a un chico gato.


—¿Estás vivo?— Hizo la pregunta al aire con cierta preocupación. Entonces una de las minúsculas orejas de la extraña criatura se movió y el gatito abrió sus ojos, mostrando un profundo color rojo en ellos, algo carmesí y brillante, algo que podría significar peligro para cualquiera.


   El felino se sentó sobre la suave toalla y frotó sus ojos para quitarse el cansancio, luego lamió una de sus manos y la pasó por su oreja, limpiándose tal cual gato. En instantes, la criatura se sintió vigilada y se topó con la inexpresiva mirada del mercenario, cosa que lo asustó e hizo que bajara sus orejas.


—¿Sabes hablar?— La pregunta salió de la boca del adulto sin haberlo esperado, dirigida al pequeño felino que no dejaba de mirarle. Este se sentiría como un total idiota si estuviese hablando sólo.


   Entonces el azabache negó lentamente y bajó su cabeza avergonzado, demostrando lo triste que se había sentido por ese hecho. Pero Shizuo no pudo evitar la pequeña sonrisa que se esbozó en su rostro, aquel gesto le había parecido un poco tierno. Tras ello, cuidadosamente arropó al felino para secarle y con la esquina del pañuelo, le acarició la cabeza.


—Por lo menos me entiendes.— Continuó el rubio sin pizca de burla, dispuesto a dejar que el felino se acicalara, sin embargo, en cuanto se volteó para irse, un agudo maullido llegó a sus oídos.


   Rápidamente, Shizuo se volvió hacia la gatuna criatura; no podía sostenerse bien sobre sus piernas gracias a la fatiga, y aun así logró estirar sus brazos hacia él en busca de que le llevase consigo. El mayor se preocupó al ver como el felino casi cae de la mesa, y velozmente lo tomó en su mano, arropándolo con ella suavemente.


—¿Tienes hambre?— Fue una simple pregunta, demasiado obvia.


   Mentalmente el rubio se insultó y tranquilamente sacó el envase de leche de la nevera, sirviendo un poco del líquido en una pequeña tapa de refresco; eso haría que el pequeño gato mejorara. Y así fue, en pocos segundos se había acabado la tapita de leche, recuperando las fuerzas aparentemente, pues no dejaba de desplazarse en el gran mesón de la cocina.

   Seguía siendo algo raro para el mercenario el tener a una criatura como el chico-gato, inconscientemente había tomado la responsabilidad de cuidar a dicho felino y éste, siendo diferente al resto de los que le conocían, no temía de su presencia y agradecía su compañía.

Un Gatuno AmanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora