Capitulo 4

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Capitulo 4

—Día 30—


   Con un mes, Izaya parecía un niño de 7 años y los desórdenes que hacía en la vida del mercenario, y en su casa, eran cada vez más grandes. Sin embargo, el felino había aprendido palabras nuevas y ahora podía hablar con más libertad, aunque fuese sólo para hacerle bromas y travesuras al impaciente Shizuo Heiwajima.

   Era uno de esos días en los que Shizuo llegaba en la tarde, pero esta vez traía un amigo con él, alguien que quizá pudiese ayudarle a saber más sobre su mascota. Shinra, el mejor amigo del guardaespaldas, era un científico con experiencia.

   Al llegar al apartamento, el niño con rasgos felinos corrió a su escondite en cuanto escuchó como la puerta se abría. Shizuo, frunciendo el ceño, no supo si el pequeño había corrido a causa de que alguien desconocido pisaba el apartamento o por el hecho de que el lugar estaba vuelto un desastre.


—Enano...— Entre dientes, el mercenario apretó sus puños por lo que estaba viendo: los caros muebles tapizados ya no existían y lo que quedaba de ellos era la goma espuma que los rellenaba junto a algunos algodones.

—Entonces... ¿Ese es Izaya?— Shinra, viendo la reacción oprimida de su amigo, rió ligero. Tranquilamente se adentró al apartamento y se sentó sobre uno de los cojines que estaba en el suelo, intacto, lo cual era un milagro.


   Shizuo asintió en lo que se encaminaba a la cocina para dejar las compras que había hecho. Al dejar el peso en el mesón, respiró profundo antes de sobar sus sienes con una pregunta en mente, ¿Por qué no castigaba al travieso niño que volvía su casa un lugar de juegos? Entonces recordó lo acostumbrado que estaba a la compañía del felino y a lo mucho que dependía de él para estar relajado, y su molestía disminuyó, llegando a un estado de no importarle el nuevo desorden.


—Izaya, ven aquí— el tranquilo llamado del rubio a su mascota, avisó al azabache que su dueño no estaba tan molesto.


   Tras su llamado, pudo ver como el felino asomaba la cabeza por el marco de la puerta de su habitación, mostrando un rostro angelical e inocente, siendo delatado por la risilla que escapó sin querer de sus labios.


—Shizuo, me impresiona tu paciencia con este niño... ¿Gato?— Shinra, que al principio esperaba un niño normal, saltó de su asiento en cuanto vio por completo a la criatura de ojos carmesí.


   Izaya había salido de su escondite con las orejas caídas al igual que su mirada, y evitaba la mirada severa que su dueño posiblemente le estaba dedicando. Sin embargo, en cuanto el niño sintió otra mirada que no era la del rubio y unos rápidos pasos dirigirse haci él, corrió a esconderse detrás del mercenario, temblando del miedo mientras miraba a Shinra.

   El científico, a pesar de aparentar ser pacífico, en cuanto se sentía atraído a algo extraño o desconocido, tendía a parecer un psicópata.


—Ven pequeño, no te haré daño— El chico de lentes, tras hacer tal comentario con cierto tono suplicante, no hacía más que asustar al niño gato que se escondía tras el rubio.


   Izaya negó sucesivamente y se aferró al pantalón de su dueño, el cual hacía el papel de una muralla para defender al pequeño felino. El científico, viendo la gran confianza que el azabache le tenía a su amigo, miró suplicante a Shizuo en busca de que éste le permitiese tocarle, pero se ganó una mirada asesina por parte del rubio.


—Izaya...— murmuró suavemente el mercenario, llamando la atención del felino, y se acercó a cargarle—, él es Shinra y no te hará daño, ¿está bien?— Aun así, Izaya mantuvo su semblante fruncido ante aquella aclaratoria. Luego miró brevemente al amigo de su dueño, un loco ante sus ojos, y le sacó la lengua en negativa a que le tocara.

—Se parece a uno de ellos.— Farfulló en voz baja el azabache tras abrazarse al cuello del mayor, evitando que éste escuchara lo que sea que hubiese dicho—. No quiero quedarme sólo con él.

—No estarás sólo, enano— Shizuo no pudo evitar reír ante el tierno comentario del menor—. Yo me quedaré aquí contigo.


   Y terminó por acariciar la cabeza de minino, notando después la impresión en la mirada del chico de bata blanca, quien había vuelto a su postura y acomodaba sus lentes correctamente, dejando de parecer un demente. Shizuo no apartaba la vista del loco de su amigo, y éste simplemente le dedicó una sonrisa.


—Ese niño es especial para ti, ¿verdad, Shizuo?— El castaño rió tras su pregunta, pues era algo raro el ver como la gran bestia de la ciudad, Shizuo, cuidaba de alguien tan travieso como el niño felino. Shinra tranquilamente le invitó a sentarse en el suelo y entendió que no podría tocar al azabache a menos que éste quisiera.


   El mercenario finalmente se sentó en el suelo, sobre un montículo de goma espuma, y acomodó al felino sobre sus piernas antes de palmearle la cabeza suavemente, una señal de que tenía que mirar al frente, cosa que hizo con clara duda en su semblante. El felino no dejaba de aferrarse al brazo del rubio mientras miraba con molestia al chico de lentes que estaba sentado frente a él.


—No parece nada que haya visto antes— Shinra estaba a centímetros de Izaya al comentar eso. Su acción sólo hacía que Shizuo e Izaya se molestaran—. Bueno, he escuchado de los neko-humanos, pero no creí que existieran.— Mencionó, alejándose del minino.

—Entonces, ¿tu conclusión es...?— Preguntó ciertamente curioso el mercenario, notando como el felino se enrrollaba en su cola mientras empezaba a quedarse dormido.

—Que este es un ser único en su especie— observó el castaño—. Puede estar en peligro, ¿Cómo fue que lo conociste?

—Pues... , cayó sobre mi cabeza. Estaba lloviendo y estaba en mal estado.— Recordó el rubio despreocupado y sin apartar la mirada de su amigo. Eso no evitaba que su mano se moviese inconscientemente en caricia hacia el azabache.


   Shinra se mantuvo en silencio tras ver como Shizuo, inconscientemente, mimaba al pequeño felino que se acurrucaba entre sus brazos. Terminó entonces por vacilar, dejando escapar una ligera risilla mientras limpiaba sus lentes con un pañuelo, y miró con detenimiento al guardaespaldas.


—Mientras esté contigo, no creo que le vayan a hacer daño— comentó el científico, relajando su ceño—. No creo que alguien con una neurona en el cerebro se meta con el gran Shizuo Heiwajima— concluyó alegre el castaño.


   El mercenario igualmente rió, algo leve y que apenas se noto, algo similar a un bufido. Sin embargo, no había más en su cabeza que la idea de que alguien quizá quisiese lastimar a su pequeño compañero. No pudo evitar mirar al felino y acariciarle la mejilla, escuchando el suave ronronear del pequeño, y se dio la misión de protegerle.

Un Gatuno AmanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora