Capitulo 21

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Capitulo 21

—Día 198—


   Tras un par de días investigando junto a Tom y sin rastros de Izaya, Shizuo empezaba a volverse loco en medio de sus inseguridades, esas que habían nacido de repente y que ahora le recordaban que era el peor ser que había pisado la faz de la Tierra. El hombre intentaba controlarse, pero hasta las tazas de café explotaban en cuanto sus manos se cerraban alrededor de ellas.

   Los secuestradores no se dignaban a responder el teléfono que tanto repicaba, el mercenario caía ante la depresión y eso provocaba que sus instintos bestiales fuesen más peligrosos que antes. Cualquiera temería de él al verle así de desesperado, cualquiera pensaría que Shizuo era un ser tóxico que perdería el control al no tener a Izaya, cualquiera pensaría que el hombre no tenía control sobre sus propias acciones si no tenía a nadie que le controlara, que era una simple bestia.

   Sin embargo, Shizuo y había vivido solo toda su vida, se había acostumbrado a llegar a casa y ver las luces apagadas. No le molestaba el estar solo, no le molestaba dormir solo, no le molestaba el silencio del frío apartamento, le molestaba que la sociedad hubiese demostrado el gran punto que siempre le habían sacado en cara: una bestia no puede cuidar de ningún ser vivo.

   Izaya había llegado a su vida para cambiarla, Shizuo sabía y sentía que había cambiado, pero su mayor miedo, el que el azabache saliese lastimado, le carcomía lentamente. La sociedad le etiquetaba como un monstruo al que no podían encarcelar, le nombraban bestia por ser diferente, le hicieron ser un hombre sin sentimientos hacia la vida. Pero entonces Izaya le recordó que aún era humano, le recordó que aún tenía sentimientos, le hizo sentir que podía cuidar de una criatura tan delicada como lo era él.

   El mercenario, con solo dos días de soledad y dos noches en vela, se sentía como un muñeco que podría explotar en cualquier momento. Shizuo, por primera vez, tenía miedo de explotar pues no podría controlarse lo suficiente, o eso pensaba él. Tal vez todos los insultos a su persona eran ciertos, quizás el miedo estaba justificado al igual que el odio, era posible que la gran bestia fuese derrotada y todos serían felices.

   El hombre gruñó molesto por sus desalentadores pensamiento y se puso en pie. Shizuo era fuerte, había sido fuerte toda su vida y no dejaría que una tontería como la depresión y la inseguridad dañaran su vida. Él no debía quejarse sin haber hecho nada, no debía rendirse, no debía dar tregua, solo debía seguir luchando hasta obtener lo que quería. Izaya estaba en peligro, y eso motivaba al mercenario a que buscara pistas de dónde estaba o quién se lo había llevado de su lado.

   Decidido, Shizuo se levantó del sofá, llenó el plato de comida de Mizu y se dirigió al baño para tomar una ducha. La vida tal vez le estaba probando, estaba evaluando cuánto amaba a Izaya, cuánto le extrañaba y cuánto haría por él. Así que si la vida retaba a la bestia, la bestia aceptaría con gusto. Shizuo, en cuanto se vio frente al espejo bien vestido y con el cabello igual de despeinado que cada día, se encaminó preparado para otro día de búsqueda junto a Tom.


   (...)


  En la oficina del gran empresario, Shizuo pudo notar la seriedad del hombre mientras tecleaba en su laptop. Tom estaba ensimismado en la computadora, leía con rapidez los documentos encontrados e intentaba formatear alguna página para extraer códigos que pudiesen dañar otros sistemas, tales como el anti-rastreador que tenía instalado el número de teléfono que le habían dado a Shizuo.

Un Gatuno AmanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora