Capitulo 5

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Capitulo 5

—Día 60—


   El día estaba soleado, y era de los pocos en los que Shizuo salía temprano del trabajo.

   Izaya era un más grande que la última vez, así que el mercenario aprovechó el tiempo libre para comprarle algunas cosas al azabache, nada que cambiara demasiado su look actual. Había sido una suerte encontrar ropa que se ajustara al cuerpo de Izaya, y el rubio no dudó en comprar la ropa que fuese necesaria. Pero, lo que más le alegró fue el haber encontrado una chaqueta idéntica a la que el minino usaba, una chaqueta que compró inmediatamente.

   Era momento de irse cuando una tienda de divertidos colores llamó su atención.

   "Este no soy yo", pensaba el mercenario mientras pagaba por un objeto inusual para él.

   Toda la culpa se la echaba a Izaya. Gracias al travieso niño, su actitud no era la de siempre, sabía que había cambiado, y sus seres cercanos, como Thomas, lo habían notado.

   El camino a casa fue tranquilo, caminar frente al parque y ver a las señoras que siempre estaban en las bancas, alimentando a las aves o tomando un helado. Lo normal para el guardaespaldas.

   Al llegar al apartamento, sin embargo, el mayor pudo notar algo demasiado raro en el lugar: la sala se encontraba en buen estado y todo estaba terriblemente silencioso, aparentemente desolado.

   Tras dejar las compras a un lado, Shizuo llamó un sin fin de veces a su mascota. Revisó en la cocina, en la habitación, bajo las sábanas, y lo que faltaba era el baño, aunque era el lugar menos probable. Aun así, el rubio se acercó y vio que la tina estaba llena hasta el tope, frunció el ceño, y rápidamente se acerco a meter las manos al agua.

   Una cantidad de burbujas provocaban que se desbordara el agua. Shizuo, sin importarle aquello, buscaba la forma de sacar a Izaya, quien chapoteaba sin gloria en busca de salir de aquel infierno mojado.

   Cuando por fin pudo sacarlo, entendió por qué le era tan difícil salir: su chaqueta pesaba al estar empapada por completo. Sin poder evitarlo, Izaya no paraba de rasguñar los brazos que lo habían salvado, estaba en estado de pánico y no tenía otra forma de defenderse.


—¿Qué mierda estabas haciendo ahí metido?— Regañó duramente el mercenario, ignorando el hecho de que sus brazos estaban ensangrentados. Lo único que le importaba era Izaya.


   Rápidamente se deshizo de la pesada chaqueta y envolvió al felino en una cálida toalla para secarle, para quitarle el miedo. Fue ahí, mientras el rubio secaba el rostro del azabache, que notó como este miraba atónito sus brazos y lloraba desconsolado.


—E-Ey...

—Perdóname, Shizu-chan— sollozaba avergonzado el felino, sintiendo el suave roce de las manos de su dueño—. Y-Yo no quería lastimarte— titubeó entre lágrimas, apartando las suaves manos del mayor para alejarse, atemorizado.


   En ese instante, Shizuo vio sus brazos sin importancia, era normal para él ver sangre y más cuando era de sus heridas, heridas mucho más graves en comparación con los rasguños de Izaya. Tras un leve bufido, el mayor se acercó nuevamene al minino, notando lo temblorosas que sus orejas estaban y las lágrimas que no era capaz de retener.


—Cálmate, Izaya— dijo el rubio, atrayendo a la pequeña criatura a sus brazos—. Me preocupaste mucho, enano— gruñó en voz baja tras cargar al recién nombrado contra su pecho, acobijándole con la toalla seca—. ¿Qué hacías en el baño?— Se atrevió a preguntar entonces en lo que se colocaba en pie para encaminarse a la sala, en busca de las compras.

—Shizu-chan siempre se baña. Quería ha-hacer el intento para bañarme contigo— farfulló el minino en cuanto frotó sus pequeñas manos contra los ojos. El azabache tenía sus mejillas coloradas y sus ojos ya hinchados por llorar, y su excusa de meterse a la tina, había sido creíble para el rubio.

—A veces eres muy tonto— se burló el mayor, ganándose una fulminadora mirada por parte de su mascota—. A la próxima me avisas y te bañas conmigo— terminó por susurrar al oído del niño antes de besarle la frente, buscando con aquel gesto que el menor se animara.


   Y logró que Izaya soltara una de sus características carcajadas, al igual que logró secarlo por completo.

   En la sala, Shizuo se aproximaba al sofá para sentarse y mostrar las cosas que había comprado. El menor se veía cada vez más emocionado con la ropa nueva que de a poco se iba sacando de las bolsas, sobre todo cuando la hermosa chaqueta negra con bordes suaves de felpa se mostró ante sus ojos, tal y como si fuese una chaqueta de invierno. Pero le quedaba grande.


—Y, ¿qué hay en esa bolsa?— Tras ver cada prenda con cariño y asombró, el felino notó la bolsa azul que estaba a un lado.

—Recuerda que ser curioso a veces no es bueno— vaciló el mayor, riendo levemente, recibiendo una suplicante y tierna mirada por parte del minino.


   Shizuo rió leve y atrajó la bolsa, sacando a la vez de su interior un hermoso peluche de felpa color amarillo brillante en forma de perro, algo muy tierno e infantil. Izaya no podía apartar su mirada del brillante juguete, inmóvil, y el rubio tranquilamente se lo puso en las manos, detallando cada gesto que el azabache le regalaba.


—Se parece a Shizu-chan— dijo emocionado de repente el alegre niño, abrazando el peluche con mucha fuerza y posesión.


   Un gesto confuso apareció en el rostro del mercenario, pues no sabía si interpretar el comentario de una forma buena o mala, pero, al verle abrazar el peluche con tanto cariño, asimiló que todo estaba bien y que era un halago por parte del niño gatuno. En rápidos movimientos, Izaya se apoderó igualmente de los lentes que Shizuo llevaba guindados en la camisa, cosa que impresionó a éste.


—Ahora Shizu-chan está completo— anunció tras una pequeña risa el felino. Los lentes se convirtieron en un adorno para el peluche y, ante la vista del menor, era parecido a su cariñoso dueño.


   Ver nuevamente feliz a Izaya, reconfortaba a Shizuo inconscientemente. En forma de broma, desordenó el cabello del gato recién bañado y terminó por vestirle con uno de los nuevos conjuntos, una pijama con dibujos de huellas gatunas para especificar.

   El niño, por su parte, no soltó su peluche el resto del día.

   La tarde terminó tranquilamente, olvidando el susto de hacía unos minutos, disfrutando de las cómicas caricaturas que presentaban en la televisión y preparándose para dormir después de cenar.

   Por algún motivo, Shizuo estaba mimando más de lo normal a su pequeño compañero. La causa era la misión que le esperaba al día siguiente, una misión de suma importancia y riesgo, y sabía que Izaya le extrañaría bastante.

Un Gatuno AmanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora