Capitulo 29.5

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Capitulo 29.5


   "Ikebukuro era bañado con la luz del sol y el frío del rocío, los llameantes rayos entraron por las persianas e Izaya, siendo el primero en despertar, bostezó antes de estirarse. Los huesos de sus brazos sonaron, el muchacho de azabaches cabellos rio ligero ante ello y al volverse, no tardó en acurrucarse en el pecho tibio de la persona que dormía a su lado profundamente.

   El azabache sonreía con picardía, recordando la noche anterior y el hecho de que sus ropas terminaran regadas por toda su pequeña casa. Izaya agradecía la ausencia de sus hermanas, quienes estaban posiblemente disfrutando de un campamento que duraba una semana. Todo aquel tiempo libre de niñas era una gran señal para el de ojos carmesí, tiempo que no desperdiciaría.

   Pasados los minutos de haberse despertado, sintiendo pronto hambre y sabiendo que en cualquier momento el despertador sonaría, Izaya se sentó con cuidado en la cama. Una leve, baja y nerviosa carcajada salió de sus labios al sentir su espalda tiesa, adolorida con el simple hecho de estar sentado, y por segunda vez miró a la persona que le acompañaba en la cama, tranquilo y muy guapo mientras dormía.

   Con lentitud, evitando quejarse, el azabache tomó la primera camisa que vio en su camino para vestirse con ella. Aquella prenda le quedaba grande, y suponía que le pertenecía a su acompañante, pero no prestó atención en ello, se centró mejor en apagar la alarma y preparar algo de café, pues tendrían que ir al trabajo.

   Izaya estando en la cocina, ya sirviendo el café en sus respectivas tazas, sintió como una grandes manos invadieron su cuerpo con suavidad y delicadeza, siendo aquello algo que le hizo temblar. Esas frías manos se apoderaron de sus caderas hasta que éstas fueron rodeadas, y el azabache riendo pronto por la presión en el abrazo, estiró sus brazos hacia atrás en busca de rodear el cuello de su contrario.


—Te iba a llevar café a la cama— murmuró antes de besar la mejilla del joven más alto que, al parecer, aún tenía sueño—. Si quieres, podemos tomar una ducha, luego desayunamos. O podemos comer primero y luego ir a tomar un baño.

—O podemos quedarnos en la cama el resto de la mañana— el muchacho tenía su rostro recostado en el hombro del azabache—. Tom entenderá, puedes estar enfermo y yo tener resaca, algo por el estilo— las sugerencias eran divertidas para Izaya, quien no tardó en negar con su cabeza.

—Ya hemos faltado al trabajo dos veces esta semana, y he dado esa excusa— rio el azabache—. Y gracias a tu perfecta excusa, Tom te prohibió tomar por un tiempo— recordó el menor y su contrario gruñó, cansado—. En la tarde volveremos, o podemos ir a tu casa, lo que pase primero— bromeó con tranquilidad.

—De seguro tus amigos querrán llevarte de paseo otra vez— el muchacho de hermosos ojos ámbar por fin se irguió, denotando su mayor tamaño, soltando las caderas del azabache—. Y el idiota de Kadota querrá llevarte a beber o algo, o aún peor, irán al karaoke.


   Izaya no aguantó la risa, sus carcajadas eran fluidas y se tomaba el estómago gracias al dolor gracioso que atacó esa zona. El azabache miró a su pareja y éste, con los brazos cruzados, le miraba con seriedad mientras tomaba su taza de café. Izaya, solo con verle, volvió a reír, burlándose de la neutralidad ajena.


—Shizu-chan es muy celoso— rio alegre, y al volverse hacia su pareja, el menor enredó sus brazos alrededor del cuello contrario. Estando en dicha posición, intentó que el rubio fijara su mirada en sus ojos.

Un Gatuno AmanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora