Capitulo 33

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Capitulo 33

—Día 212—


   Era un nuevo día, el sol era soleado, los pajarillos cantaban con la luz que les bañaba, todo era maravilloso fuera de las paredes que le retenían, horriblemente hermoso para alguien que sabía de las desgracias que el mundo, que el ser humano, podía ocultar. Pero entonces, ¿Él qué era? ¿No era acaso otro de los monstruos del mundo? Izaya ya no podía con tal peso, con todo lo que había hecho, con lo que había vivido, y con la consecuencias de sus actos.

   Días habían pasado y el recuerdo de Shizuo seguía en su mente, la sangre en sus manos, el saber que apuñaló a muerte al hombre que más había amado en el mundo, al hombre que todavía amaba. Pero su mente era un desastre de vez en cuando, porque veía momentos que no recordaba haber vivido, recordaba cosas que parecían tan reales que le llevaban a desconfiar de la realidad. Y es que saber que Nathaniel jugó con su mente, que sabe hasta sus más profundos secretos, era algo frustrante para alguien que luchó toda su vida con demonios internos.

   Cada día, desde el incidente con la mujer del helicóptero, Izaya fue sometido a pruebas y medicamentos; sus comidas solían llevar pastillas y dejaba de lado, pero al final, le obligaban a tomarlas. Seguía siendo un experimento, el cómo se puede hacer de un ser humano un arma, inyectándole ADN animal junto demás toxinas.

   Ciertamente, Izaya ya no tenía la más mínima esperanza de que las cosas mejoraran para él. Sentía que sus días terminarían en aquel laboratorio, que su cuerpo no resistiría más presión y moriría en medio de alguna prueba inhumana. La idea de matar más personas ya le resultaba repugnante, incluso cuando antes era parte de su trabajo, cosa que todavía no tenía clara.

   Lo único que esperaba era que Shizuo, así como siempre fue el plan de Fonikov, se olvidase de él. Que si Shizuo seguía con vida, cosa que Izaya esperaba con todo su ser, se olvidara de su insignificante persona y dejase de buscarle, porque saber que alguien como Fonikov podía manipularle con un par de palabras para matar al rubio, era algo que le martirizaba.


—Hora de tu comida— uno de los enfermeros del lugar, entró a la habitación tras un toque. El muchacho no se veía mala gente, a veces era amable, pero de todos modos trabajaba para Fonikov y eso era suficiente para odiarle—. Izaya, tienes que comer por lo menos una vez al día. No te quedes ahí.


   Y es que Izaya veía por la ventana holográfica de su habitación, sentado en el pequeño sofá que había delante de ella. Aquella ventana era una proyección de lo que era la realidad fuera de las paredes, y eso llevaba a Izaya a pensar en que quizá estaba en lo más profundo del subterráneo. Cualquiera al ver tales comodidades, diría que las cosas no eran tan malas, pero el tener una habitación decente no era sinónimo de bondad por parte de Fonikov, era una mera burla.


—No tengo hambre— rio ligero, sin moverse de su lugar—. ¿No sería idóneo morir en esas pruebas gracias a que no tengo más energías?— esta vez se volvió al enfermero, que no sabía cómo responder—. Simplemente tomarían a otro muchacho y le harían lo que me hicieron a mi— esta vez habló con tal seriedad, que el muchacho ajeno bajó levemente la mirada—. Pero supongo que trabajas aquí porque no sientes las palabras de nadie.


   Y concluyendo con su comentario, el felino se levantó para sentarse a comer sobre la cama bien tendida. El enfermero se sentó aparte, esperando a que el azabache comiese todo lo que había traído en la bandeja, e Izaya comenzó a comer con la misma energía que tanto le describía ahora; lento, sin siquiera saborear cada bocado, tan apagado como si un fantasma estuviese tomando la comida y botándola en un espacio vacío.

Un Gatuno AmanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora