Capítulo 3

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     No sabía cómo demonios había llegado a aquella situación.

     Mi cabeza daba vueltas sin cesar, estaba estática, casi sin poder creerme lo que estaba sucediendo en aquel mismo instante y por si fuera poco, mis mejillas se hallaban encendidas a más no poder. Aun así, todo eso no se comparaba a la eléctrica sensación que me causaba el tener sus labios sobre los míos.

     Habían pasado ya un par de semanas desde que me hizo aquella... "proposición". Según él solo sería fingir y nada más, parecer una pareja normal como cualquier otra para librarse de la petarda de Ámber y así, que esta dejara de acosarlo.

     En un principio, comenzamos la "actuación" ese mismo lunes, en cuanto la rubia intentó acercársele como cuarta vez en todo el día. Por un momento pensamos que se lo había tomado demasiado bien, pero luego vimos cómo su rostro se volvía rojo de la furia, soltando un berrinche como una niña malcriada y cómo sus ojos se clavaron en mí como cuchillas, queriendo asesinarme con tan solo la mirada.

     Ámber todos y cada uno de los días seguía insistiendo en acosar al pelirrojo, pero este se las había arreglado para tenerme a su lado cada vez que la rubia aparecía.

     Hoy justamente, había vuelto a intentarlo y al final, había acabado por acabar con la paciencia de Castiel y, tras decirle un "¿Quieres comprobar que es mi novia?", me plantó un beso sin siquiera esperarlo.

     Es por eso que en este mismo momento su boca se hallaba junto a la mía, incumpliendo una de las cosas que me había prometido: el no "tocarme".

     Lo raro era que lo que me fastidiaba no era el beso en sí, sino el hecho de que lo estuviese disfrutando. No podía distanciarlo, es más, no quería que sus labios se alejaran de los míos.

     Saboreaba mi boca a su antojo, con una habilidad que hizo mis piernas temblar, pero a la vez, con una sutileza que me resultó increíblemente embelesante y adictiva. Por mucho que intentara rechazarlo, la sensación era tan cautivadora que me fue imposible negar aquel beso.

     No me dio tiempo a corresponderle. El pelirrojo se alejó de mi rostro dejando que nuestros labios se rozaran por última vez mientras sus ojos se clavaban en los míos.

     Sus orbes parecieron brillar por un instante, pero en seguida apartó la mirada, desviándola hacia la rubita que aún se encontraba allí. La chica tembló y apretó los puños con fuerza. Dos lágrimas se asomaron por su rostro y, dándose media vuelta, se fue de allí sin decir ni hacer nada más. No pude evitar sentir pena por ella.

     —Tal vez nos hemos excedido un poco —dije tras unos minutos en silencio, mirando a la nada—, pero al menos ahora te dejará tranquilo.

     Sus ojos volvieron a dirigirse a mí, analizándome con la mirada sin responder ni hacer ningún comentario de los suyos, tan solo recorriendo mi cuerpo con sus ojos hasta fijarlos en mi rostro una vez más.

     —Hoy a las 5, en el parque —musitó de repente, tomándome por sorpresa.

     —No puedo. Estoy castigada, ¿recuerdas? —suspiré y me giré dándole la espalda, dispuesta a alejarme de allí. Pero una de sus manos detuvo mi paso, tomándome del hombro y haciéndome voltear una vez más, dejando nuestros rostros a pocos centímetros.

     —No es ninguna pregunta. Es una afirmación. Vas a venir —recalcó aquella palabra y, pasados unos segundos, me dejó ir.

     Su espalda fue lo último que pude ver antes de que desapareciera entre la multitud, entrando al edificio sin siquiera mirar atrás.

* * *

     Las manos me sudaban. No podía creer que en serio estuviese a punto de hacer aquello.

     Tomé el folio, el cual ponía "No entrar. Estoy estudiando" y lo pegué en la puerta con cinta aislante. Seguidamente, me adentré en mi habitación, cerrando la puerta con cerrojo y acto seguido me encaminé hacia la ventana.

     ¿Por qué tenía que hacer todo esto por quedar con un tío como él? ¿Es que acaso me había vuelto loca?

     Solté un suspiro y posé las manos sobre el marco de la ventana. Me estaba entrando vértigo de tanto mirar hacia el otro lado.

     Me senté como pude, sujetándome al marco y tomé aquella cuerda que había atado al escritorio y que descendía hasta el patio. Si mi casa tuviese solo una planta baja, no tendría que pasar por esto, pero al menos solo tendría que bajar de la segunda a la primera planta.

     Bajé con la máxima precaución e intentando no hacer demasiado ruido y, cuando pensé que ya había llegado al suelo, me solté de la cuerda. Cómo no, mi torpeza tuvo que hacer de las suyas y en vez de caer de pie, caí de culo.

     Un leve quejido salió de mis labios y poco a poco me recompuse. Seguidamente caminé rápidamente hacia la calle, dirigiéndome al parque cada vez más rápido y esperando que ninguno de mis padres les diera la picada de pasarse por mi habitación.

* * *

     —Llegas tarde —mencionó el pelirrojo en cuanto me vio dirigirme hacia él tras llegar al parque.

     —Si hubieras tenido que bajar de un segundo piso por la ventana no dirías lo mismo.

     Las comisuras de los labios del pelirrojo se elevaron, mostrando una sonrisa burlona. Hasta para mí se me hacía evidente lo que diría a continuación.

     —Me hubiera encantado ver eso. Algo me dice que me habría reído de lo lindo de haber estado allí.

     —Menos rollo. Dime de una vez qué es lo que quieres —me crucé de brazos, frunciendo el ceño harta de sus bromas y fui directa al grano—. Yo ya he cumplido con lo pactado. Ámber ya ha dejado de acosarte, ¿qué más quieres? —me humedecí los labios, observando cómo su gesto se endurecía y continué—. ¿Tan difícil es olvidar lo de aquel día y dejarme de una buena vez en paz?

     No dijo nada. Simplemente se limitó a acercarse a mí, haciéndome retroceder unos cuantos pasos para que no se aproximara más de lo debido y sentí cómo uno de los árboles del parque colapsaba contra mi espalda, impidiéndome retroceder más.

     —¿Por qué olvidarlo? —preguntó a la vez que posaba una de sus manos al lado de mi cabeza, terminando por acercarse lo suficiente a mí como para que incluso notara su respiración—. ¿Y por qué tendría que dejarte en paz? —mis piernas temblaron al escuchar su voz tan cerca de mi oído y noté cómo una de sus rodillas se situaba entre mis piernas, inmovilizándome—. Mírame a los ojos y dime que no te gustó, que no disfrutaste aquella noche...

     —E-estábamos borrachos... Es imposible que te responda teniendo apenas vagos recuerdos de entonces.

     Sus labios volvieron a curvarse al escuchar mi débil voz y tuve que obligarme a desviar la mirada para no caer presa de aquellos orbes metálicos capaces de hipnotizarme en cualquier momento.

     —Aun así lo recuerdas, aunque sea vagamente, pero sabes lo que ocurrió, ¿cierto? —no respondí—. Entonces... —tomó mi rostro con su mano restante e hizo que quedásemos de nuevo cara a cara—, dime que no has pensado en volver a hacerlo estando sobria, aunque solo sea para sentir lo que sentiste aquella noche. Desmiénteme eso y te dejaré tranquila.

[CDM] Jugando con fuego (¿Castiel o Lysandro?) - PAUSADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora