Capítulo 5

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   Martes.

     Nada más llegar a la parada de autobús, pude ver en la lejanía cómo el vehículo se iba acercando por la amplia carretera a medida que transcurrían los segundos. Ensimismada, me quedé observándolo con parsimonia, como si no me importase realmente perderlo y llegar tarde al instituto.

     Todavía no comprendía del todo qué era lo que había ocurrido el día anterior, a qué había venido aquel último beso tan... extraño, pero sobre todo, qué era lo que me estaba ocurriendo, pues desde aquel día que desperté en la casa del pelirrojo, no había podido sacármelo de la cabeza.

     ¿Realmente estaba considerando su oferta? Ni yo misma podía creérmelo. Sin embargo, el tan solo pensar en volver a probar aquellos labios, el encontrarme una vez más entre sus brazos y el imaginar cuántas sensaciones más me podría causar, hicieron que mi cuerpo se estremeciera por completo.

     El autobús se estacionó frente a mí y, con un leve chirrido, la puerta se abrió, permitiéndome entrar en el interior del vehículo y, aún sin dejar de pensar en el pelirrojo, me adentré en él. Alcé la vista hacia el conductor y lo saludé con un leve gesto para después pagarle el viaje como de costumbre.

     "Dime que no has pensado en volver a hacerlo estando sobria, aunque solo sea para sentir lo que sentiste aquella noche. Desmiénteme eso y te dejaré tranquila". Aquellas palabras resonaron en mi mente mientras me dirigía a mi asiento habitual, uno de los asientos del lado izquierdo del autobús. Casi sin pensarlo dos veces, me situé al lado de la ventana y dejé reposar la mochila a mi lado, en el asiento contiguo.

     Pues claro que lo había pensado. De hecho, hacía tan solo unos segundos estaba meditando sobre ello. Era imposible ignorar el hecho de que nos habíamos acostado, que habíamos compartido cama y sensaciones increíbles a pesar de que no me acordase de cómo habíamos llegado hasta aquel punto, pero sí recordaba ciertas imágenes de aquella noche de pasión y, la mayoría de ellas eran demasiado íntimas como para contarlas.

     Tras subirse un último pasajero, el autobús cerró sus puertas y se puso en marcha sin esperar más tiempo del necesario.

     Fue entonces cuando lo reconocí. En aquel momento no supe diferenciar si el sonrojo de mis mejillas era debido a mis sucios pensamientos o a causa de que, aquel último pasajero había resultado ser nada más ni nada menos que el responsable de mis desvaríos y mis últimos desvelos: Castiel.

     Con gesto serio, miró a su alrededor sin moverse del estrecho pasillo de aquel autobús, casi con la esperanza de encontrar algo o a alguien. Como era de esperar, tras echar un rápido vistazo, sus ojos acabaron por fijarse en mí y, nada más reconocerme y observar mi gesto avergonzado, transformó aquel gesto tan serio en uno más sosegado y sonriente, con ese matiz burlesco que tanto le caracterizaba. No llegó a saludar, ni siquiera a decir nada, simplemente se dirigió hacia mí con pasos seguros y aquel gesto dibujado en su rostro.

     —¿No vas a dejar que me siente? —dijo sin más tras aproximarse lo suficiente al asiento en el que estaba sentada.

     Eché un vistazo al asiento de mi lado, percatándome de que se refería a mi mochila, la cual estaba reposada cómodamente en aquel sitio. Aún algo dubitativa, tomé la mochila para después situarla encima de mis piernas y estrecharla contra mi cuerpo. Mis manos temblaban a causa del nerviosismo y mis mejillas se mantuvieron con aquel sonrojo en todo momento, casi como si su intención fuese delatar la vergüenza que sentía al haber estado pensando en aceptar la propuesta de aquel pelirrojo.

     El chico arqueó una ceja, extrañado por mi actitud, sin embargo no hizo comentario alguno y se sentó a mi lado. Por mi parte, desvié la mirada hacia la ventana, queriendo distraerme viendo las casas, las tiendas y los edificios pasar mientras nos dirigíamos hacia el instituto en aquel autobús, pero el reflejo del pelirrojo en aquella ventana volvió a captar mi atención. El chico me observaba fijamente, casi con curiosidad.

     —...Es la primera vez que te da por coger el autobús —comenté para intentar romper un poco el hielo—. Normalmente vas andando. Te veo siempre yendo solo en unas calles más adelante —el pelirrojo sonrió al escuchar eso último.

     —No sabía que me acosabas.

     —¿Eh? —volví a desviar la mirada hacia él—. N-no era eso lo que quería decir. Me refería a que cada vez que voy en autobús, te veo... —me interrumpí al notar que iba a sonar como si realmente lo hiciese y fruncí levemente el ceño—. Yo no te acoso, idiota.

     — ... —el chico ensanchó la sonrisa, burlón, mostrando levemente los dientes—. Ya vuelves a ser la de siempre. Me estaba asustando que te estuvieses comportando de una forma tan... tímida —aproximó el rostro al mío, concretamente hacia mi oído y susurró lo siguiente—. Aunque después de lo de aquel sábado, podemos dejar de lado la timidez, ¿no crees?

     Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo, desde el oído al que se había aproximado para decir aquello hasta las puntas de mis pies. Avergonzada, lo aparté de mí con una de mis manos mientras que con la otra sujetaba con fuerza la mochila, apretándola contra mi pecho y sintiendo el rostro arder—. D-déjate de tonterías.

     —Has pensado en mi propuesta, ¿cierto? —aquella afirmación me tomó totalmente desprevenida—. Es por eso que estás actuando tan raro —me quedé petrificada observando un punto fijo en el suelo, con los ojos como platos y el rostro completamente enrojecido. ¿Acaso era tan evidente?

     El chico al ver que no le respondía y al notar mi reacción, apartó el reposabrazos que nos separaba para después aproximar su mano y tomar mi mentón para que volviese a mirarlo directamente. El corazón me latió con fuerza y, a pesar de intentar alejarme, él no me soltó. Por el contrario, aproximó rápidamente su rostro para sellar una vez más nuestros labios. Mis defensas se derrumbaron al instante después de que sus labios se moviesen y presionasen sobre los míos. No podía... No. No quería rechazarlo.

     Fue entonces que tomé en cuenta en dónde nos encontrábamos y me separé rápidamente de él, apartándolo de mí con las manos y dejando estas sobre su pecho para tomar cierta distancia de él. Pude fijarme en que sus ojos, levemente entreabiertos, me observaban con cierto centelleo ardiente, pero no insistió en volverse a acercar.

     —No voy a obligarte a hacer nada —mencionó repentinamente—, pero si hago esto y no te resistes ni haces nada para evitarlo, está claro lo que significa. No me has dado ninguna respuesta, pero aun así no parece que quieras alejarme de ti —tomó mis manos y las sujetó por un momento para después coger la mochila que aún se encontraba situada entre mis piernas y dejarla caer al suelo—. ¿Por qué dudas? No te estoy ofreciendo ninguna relación formal ni nada que te encadene. Además, si realmente no lo quisieras, me habrías rechazado directamente sin dejar la respuesta en vilo —se relamió los labios y tiró suavemente de mí para aproximarme a él—. Tanto si vas a decir que sí como si no, deberías dejarlo claro.

     Estuve a punto de decir algo, lo primero que se me pasase por la cabeza, pero fue entonces cuando el autobús frenó de improvisto. Habíamos llegado al instituto. Aprovechando la confusión, me libré de su agarre y, cogiendo la mochila, pasé por encima de él y salí corriendo del autobús con el rostro completamente enrojecido.

     Sí, era cierto que tenía que darle una respuesta, pero no podía hacerlo en ese momento. No en medio de un autobús público, no en medio de tanta gente que podría haber escuchado nuestra conversación. Me negaba a hablar de algo tan privado en un sitio así. 

[CDM] Jugando con fuego (¿Castiel o Lysandro?) - PAUSADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora